Si no quieren marcar con plumón los días que ya van –¡17, atatau!– de libertades restringidas y pérdidas económicas y, además, se estresan pensando que se van a ampliar una quincena más, entonces compartan este pensamiento proactivo: si demostramos que podemos tomar las medidas de una transición a la vida normal, el Gobierno dejará de ser drástico. No puedo asegurar que el 13 de abril acabe la cuarentena, pero puedo asegurar que la salida será gradual.
Hay una serie de medidas que podría animar al Gobierno a hacer el lunes 13 el tránsito de la cuarentena a una contención sostenible. Pero es indispensable que se empiece a mostrar ya la plena disposición de ciudadanos, entes, empresas grandes y pequeñas, a poner su cuota significativa a un nivel de aislamiento menor que el actual pero mayor que el usual.
Una de esas medidas, que cae por su propio peso, es el teletrabajo. Todo negocio se comprometería, de acuerdo a su rubro y característica, a tener un porcentaje de su personal en casa. Eso y la virtualización de clases en la mayoría de universidades, institutos y colegios de hecho descongestionarían el transporte público y los espacios compartidos en la rutina ordinaria. Lo que no pudo ninguna reforma del transporte podría lograrlo esta contención sin paralización de la economía.
Todos los negocios y empresas que ahora hacen tremendos sacrificios tendrían que demostrar, a través de sus gremios, no solo las cifras en rojo de su dramática parada, sino el protocolo que cumplirían en su reapertura: aforo mínimo, cola con distancia, mascarilla obligada, provisión de gel y desinfección. Ya lo hacen las bodegas y farmacias. En empresas y entes más grandes, la obligación incluiría la toma de temperatura.
Los negocios que aglomeran público, como todo tipo de espectáculos, sufrirán restricciones más prolongadas y debe de haber un paquete específico y compensatorio para ellos. Lo mismo vale para el negocio aéreo y el turismo, que también sufrirán una para larga, pues lo más prudente es que las fronteras –salvo para el pase humanitario y a cuentagotas de nacionales– sigan cerradas.
Los restaurantes, ese rubro emblemático que hoy sufre tremenda depresión, podrían, por un tiempo, solo atender pedidos para llevar o por delivery; se evitará, así, esa confluencia de gente en espacios cerrados que es lo que más se quiere impedir. Pero antes, para pasar a este gradualismo, tiene que aplanarse la maldita curva.
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