A criterio del que escribe estas líneas, fueron tres momentos decisivos los que provocaron el declive del gobierno de Pedro Castillo. Cada uno distinto entre sí en su naturaleza y ocurridos con meses de diferencia, pero que, vistos en su conjunto, fueron los principales detonantes del desplome, cual ‘castillo’ de naipes, del gobierno del profesor y de su aventura golpista. Sin uno solo de ellos, el plan del hoy detenido expresidente simplemente hubiera seguido su curso: quedarse en el poder el mayor tiempo posible mientras él y sus secuaces se llenaban de manera ilícita los bolsillos.
Recordemos algo: antes de pisar Palacio, Castillo y su ‘gabinete en la sombra’ tenían claro lo que debían de hacer para sacarle el máximo provecho al poder político que habían ganado. Por eso, colocaron a Juan Silva en el MTC y a Geiner Alvarado en el Ministerio de Vivienda. Por eso, también, eligieron la casa de Sarratea como centro de operaciones y pactaron al poco tiempo con los congresistas conocidos como ‘los niños’ para bloquear cualquier señal de amenaza que viniera del Parlamento.
El primer momento (y el que marcó el punto de inicio) fue la denuncia de los generales en retiro José Vizcarra (EP) y Jorge Chaparro (FAP) a principios de noviembre del año pasado respecto de las presiones que recibieron en los ascensos para beneficiar ilegalmente a recomendados de Castillo. Gracias a ella, conocimos las andadas de un personaje central: Bruno Pacheco, que luego conllevó a que se hiciera pública su conexión con Karelim López, Zamir Villaverde y los sobrinos del exmandatario.
El segundo fue a inicios de julio y se trató de la decisión de la fiscal de la Nación, Patricia Benavides, de continuar con la investigación a Castillo que había abierto su antecesor, Pablo Sánchez, y, sobre todo, de crear un equipo especial para que se centre en los casos de corrupción del gobierno al mando de la fiscal superior Marita Barreto que no dudó en sumar a los coroneles PNP Harvey Colchado y Walter Lozano. Este equipo aceleró las pesquisas y supo acorralar al expresidente con las confesiones de su propio círculo de confianza convertidos ahora en colaboradores eficaces de la fiscalía.
El tercero fue la rápida condena de la presidenta del Poder Judicial, Elvia Barrios, al golpe de Estado de Castillo que fue seguida por instituciones como la Defensoría del Pueblo, el TC y, finalmente, con el pronunciamiento de las FF.AA. y la PNP. Desde luego, la caída de Castillo solo ha sido la culminación de un capítulo de una crisis política más profunda (y que, lamentablemente, hoy se está cobrando la vida de varios peruanos en las protestas para que se convoque a elecciones generales). Pero si este capítulo se cerró, ello se debió principalmente a estos tres momentos decisivos.