El análisis del comportamiento de los mercados es útil para todos los productos, incluyendo los medicamentos. Aplicado a las vacunas contra el COVID-19, nos haría ver que el futuro podría ser mucho más favorable que lo que nos dicen los innumerables pronósticos negativos que tanto escuchamos. Veamos por qué.
Una constante vieja como el tiempo es que cuando un producto, digamos el tomate, tiene un precio alto en una temporada debido a que hay poca producción, muchos agricultores se ponen a sembrar ese producto. El resultado es que en la temporada siguiente hay mucho mayor oferta de tomates, y por tanto su precio cae tremendamente. Si bien esto perjudica a los productores, es evidente que los clientes se benefician del tomate abundante y barato.
Si aplicamos ese mismo análisis a la situación del COVID-19, veremos una situación parecida, pero multiplicada a nivel mundial. Así, debido a la escasez de un antídoto contra este virus, decenas de equipos de investigación en todas partes del mundo se pusieron a trabajar para hallarlo y producirlo de manera masiva. Se sembraron muchos tomates. De la misma manera, como no tenían certeza de quién iba a empezar a producir primero la cura, por precaución muchos países desarrollados enviaron órdenes de compra por los montos totales que necesitaban a varias empresas a la vez. Ordenaron más tomates de los que iban a necesitar.
Felizmente para la humanidad, la ciencia avanzó más rápido que lo esperado y ya para fines del 2020 estaban llegando vacunas rusas, chinas, norteamericanas y europeas a los países compradores. Así, si antes se pensaba que el mundo necesitaría entre 2 y 3 años para tener la vacuna e inmunizarse totalmente, sorprendió ver que ya se vacunaba desde diciembre del 2020 y que muchos países inmunizarían a toda su población a mitad del 2021.
Tomando en cuenta el ejemplo de los tomates, cualquier analista diría que es altamente probable que en pocas semanas la oferta de otras compañías farmacéuticas llegue también al mercado, donde se encontrará con las vacunas que países como Canadá o Japón, compraron en demasía y ya no necesitan. Esa oferta mayor permitirá entonces no solo que se vacune más rápido toda la población mundial, sino que las vacunas tengan precios mucho más asequibles para los países más pobres.
En fin, no hay seguridad de que el mercado de las vacunas se comporte como el de los tomates, pero no se puede negar la alta probabilidad de que eso ocurra. Si los gobiernos la tomaran en cuenta, quizás se preocuparían también en organizarse para una vacunación masiva más rápida, y en facilitar, en lugar de restringir, el ingreso de más actores para aprovechar la mayor oferta. Que tengan una gran semana.