Tras las últimas encuestas, resulta inevitable preguntarse qué está pasando con la campaña de Peruanos por el Kambio. ¿Es suficiente continuar con la estrategia, un poco gaseosa, que acompañó a PPK en la primera vuelta? Está claro que no. Más allá del viaje a Estados Unidos o del ‘Heresigate’, lo de PPK no es una crisis coyuntural, provocada por unos cuantos episodios infelices. Su problema, a escasas semanas de las elecciones, responde a una crisis de identidad que si no se resuelve pronto lo hará perder la presidencia.
Veamos: PPK se coló en segunda vuelta luego de que naufragaran algunas candidaturas como la de Guzmán o la de Barnechea. Peleó voto a voto con Verónika Mendoza y ganó, posiblemente, porque el Perú no quería un enfrentamiento tan polarizado entre el fujimorismo y la izquierda. Ya en segunda vuelta su porcentaje de posibles votos se duplicó porque captó, de entrada y sin mover un dedo, los votos de los antifujimoristas.
Hasta ahí todo bien. Si analizamos esta perfomance vemos que, pese a que Pedro Pablo tiene experiencia y ha trabajado un buen plan de gobierno, sus votos los ha obtenido porque los electores decidieron escogerlo a él para que no saliera otro, o porque no pudieron votar por quien habían elegido inicialmente. PPK ha sido un buen pescador a río revuelto, pero la fórmula ya no da para más. Por un lado Keiko está ofreciendo cosas concretas a grupos específicos que pueden cambiar su voto por razones muy pragmáticas, y ahí puede captar parte del voto de Acuña, Guzmán y Barnechea. Pero por otro, y esta es la parte más complicada del problema, a PPK se le ha comenzado a percibir demasiado pro para captar los votos de los antifujimoristas. Cierta parsimonia y lentitud en su campaña han proyectado sobre él la imagen (justa o no) de que en el fondo le da lo mismo que gobierne Keiko Fujimori.
Y esto último puede estar haciéndole mucho daño, porque a diferencia de los pragmáticos que votan sin mayor pasión por el que les ofrece más, los antifujimoristas (el grueso de los votantes de Verónika Mendoza) no le van a regalar su voto al que no toma distancia. Al que no se moja. Al que no abraza con cierta pasión la causa democrática. Y votarán en blanco y emprenderán una lucha épica contra Keiko durante cinco años, antes de regalarle su voto a quien no les asegure independencia del lado oscuro.
¿Qué le toca a PPK? ¿Volverse un antifujimorista acérrimo? No sería creíble. Pero sí podría construirse una personalidad más combativa, proyectar que quiere ganarle a Keiko no por una ambición personal, sino por un compromiso con quienes ven en él el salvador de la democracia o de la decencia. ¿Difícil? Yuquísima, diría yo, pero no imposible.