“Un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma”. La frase la acuñó Winston Churchill para definir a Rusia allá por 1939, pero le cae como anillo al dedo a la situación provocada por el reciente viaje de seis parlamentarios locales a Shangái. Se sabe que el paseíllo no supuso gasto alguno para el Congreso –pues fue costeado por la empresa mexicana Digital Policy & Law Group (DPL)– y que el propósito declarado de los excursionistas fue asistir a una feria tecnológica celebrada en la referida ciudad china, pero nada más. ¿Por qué tuvo a bien DPL extenderles tan generosa invitación a los legisladores Ilich López, Jorge Flores, Karol Paredes y Silvia Monteza (todos de la bancada de Acción Popular), así como a sus colegas Kelly Portalatino (Perú Libre) y Elizabeth Medina (Bloque Magisterial)? ¿Qué comieron ellos o dónde se hospedaron durante su estadía en esas tierras remotas? ¿Qué primicias han traído consigo de allende los mares para compartir con sus electores? Eso nadie lo sabe. Frente a esas curiosidades, que la ciudadanía quisiera ver satisfechas, los seis congresistas solo se muestran como un abstruso hexagrama del I-Ching que hace falta interpretar.
–Datos bravazos–
Interrogada, por ejemplo, sobre los hoteles en los que se alojó mientras permanecía en el Lejano Oriente, la paradójica presidenta de la Comisión de Ética del Parlamento, Karol Paredes, le contestó esta semana a Jaime Chincha: “Yo no te puedo responder eso, porque no tengo conocimiento”. Y a la demanda sobre la dieta que siguió a lo largo de esos días, reaccionó aseverando: “No me acuerdo ni qué he comido, han sido tantas las cosas que hemos comido que ya ni me acuerdo”.
Ante una salida como esa, por supuesto, lo primero que cabe decirle a la legisladora es: “provecho”. Pero, patos pekineses y sopas de aleta de tiburón aparte, es evidente que sus reflejos sugieren una conciencia angustiada. Esa repentina amnesia a propósito del menú y su pretendida distracción con respecto a los nombres de los lugares en donde los viajeros durmieron por tantas noches sus ojos chinitos no se la creen ni los niños del Paseo Colón. Tales datos, como es obvio, fueron escamoteados para que nadie pudiera tomarse el trabajo de chequear precios y hacer un cálculo somero de cuánto es lo que DPL desembolsó para cubrir la estadía de cada uno de los convidados. Y la razón para evitar ese eventual cálculo es que, tratándose de una empresa, todo desembolso tiende a entenderse como una inversión.
Si asumimos, entonces, que no los hicieron volar en clase económica, que el rancho que les dispensaron tiraba para banquete y que los establecimientos en los que les dieron posada tenían más estrellas que un general norcoreano, hay una inmensa pregunta celeste que se cae de madura. ¿Por qué estuvo dispuesta la firma en cuestión a gastarse un apreciable billete en la visita de esos congresistas a la gran urbe que se alza en el delta del río Yangtsé? ¿Misterio chino? ¿Shangái surprise?
En respuesta a una consulta planteada en ese sentido por El Comercio, la empresa mexicana –a la que, sintomáticamente, algunos de los expedicionarios prefieren llamar “organización” o “asociación”– ha argumentado que cursó las invitaciones “apostando por primera vez a un encuentro entre reguladores, autoridades de política TIC [tecnologías de la información y la comunicación] y legisladores en un espacio de alta innovación”. Una florida formulación en la que destaca el gerundio del verbo ‘apostar’, que por lo general alude al acto de arriesgar una cierta cantidad de dinero con la expectativa de recuperar luego lo arriesgado con creces.
A la hora de tratar de explicar por qué aceptaron la invitación, los trotamundos de la Plaza Bolívar, por su parte, se han enredado en unos trabalenguas en los que citan con frecuencia los problemas de “conectividad digital” que agobian al pueblo peruano. Como si quisieran convencernos de que han regresado de la China con unos datos bravazos sobre dónde hay que enchufar qué cable para que esos problemas queden superados…
Ninguno de esos ejercicios retóricos, sin embargo, ha conseguido despejar la bruma que envuelve la acometida turística de los seis parlamentarios que nos ocupan. Diversos penalistas han expresado ya públicamente su impresión de que aquí ha existido una dádiva y que, por lo tanto, ellos podrían ser investigados por el presunto delito de cohecho, pero en el Legislativo no parecen estar de ánimo para iniciar el procedimiento que abriría esa puerta. Poco sorprendentemente, han declarado su momentánea incompetencia al respecto.
–Chapaviajes–
En ese poder del Estado, no obstante, ya deberían saber que estas cosas no se quedan así. Más bien, se hinchan. Podrán tratar de derramar sobre los “chapaviajes” el mismo tipo de indulgencias que han vertido sobre los “mochasueldos”, pero con eso no van a marear a nadie. Es imposible saber a estas alturas del partido si la solución al misterio aquí expuesto tendrá que ver con las momias de Guanajuato o la sombra de Fu-Manchú, pero cuando esa información se haga de conocimiento público, la cuenta de la taquería o el chifa la van a tener que pagar entre todos.