Sara Ancajima se aferra a la fotografía de su padre y de su hijo, los seres que más amó y que perdió por culpa de la delincuencia. La noche del 27 de julio del 2012 el padre de Sara, Manuel Ancajima Icanaqué (63), y su único hijo abordaron un colectivo de servicio público sin imaginarse que en ese mismo vehículo iba también un peligroso delincuente.
Una ráfaga de proyectiles sobre el hampón Alaín Flores Gamboa (22), quien falleció en el acto, también alcanzó al niño y a su abuelo.
Entre el 2012 –año en que mataron a don Manuel y su nieto– y el 2015 se registraron 245 asesinatos, la mayoría a manos de sicarios, en la costa de Áncash (Chimbote, Casma y Huarmey), según cifras de la policía. Han pasado tres años desde que murió el niño y el crimen sigue impune.
Justicia lejana“Yo responsabilizo a quienes ocasionaron que se incremente la delincuencia en Chimbote. Ellos fueron César Álvarez (ex presidente regional de Áncash) y Luis Arroyo (ex alcalde de Chimbote) porque crearon el ‘chalequeo’ en las obras”, afirma Sara.
Recientemente, la investigación del crimen de don Manuel y su nieto fue archivada porque la policía y la fiscalía no encontraban a los asesinos.
La presidenta de la Junta de Fiscales del Santa, Nancy Moreno Rivera, refiere que el caso fue archivado de manera provisional y que solo si el delito de homicidio prescribe puede ser definitivo, es decir en unos 15 a 20 años.
“En ese entonces, vivíamos un momento crítico en Áncash, se sembró tanto terror y zozobra que nadie se atrevía a declarar como testigo por temor a represalias. Ahora tenemos un sistema de justicia con protección para los testigos; por eso, les pedimos a los ciudadanos su colaboración”, precisa la fiscal.
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