Los colores de la Amazonía invadieron ayer la basílica de San Pedro, en El Vaticano. Al iniciar la misa de clausura del Sínodo Especial para la Región Panamazónica, el papa Francisco, los cardenales y padres sinodales, vestidos con túnicas verdes, ingresaron al templo junto con los líderes indígenas, expertos y representantes de las comunidades amazónicas que, durante 21 días, participaron en las audiencias para elaborar el documento final con propuestas que permitan enfrentar las amenazas ambientales y sociales en este territorio. También se hicieron planteamientos para mejorar la labor pastoral de la Iglesia Católica en esta zona.
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Aunque los atuendos del Sumo Pontífice y los sacerdotes eran de ese color debido a que es el que corresponde en el tiempo ordinario del año litúrgico, la tonalidad verdosa de sus prendas era una evocación del espíritu de la naturaleza. Mientras tanto, muchos de los miembros de los pueblos originarios vistieron sus trajes típicos como un reflejo de su identidad cultural.
Entre los invitados estuvieron Yésica Patiachi y Delio Siticonatzi, líderes de las comunidades harakbut (Madre de Dios) y asháninka (Ucayali), respectivamente, quienes participaron en el sínodo como auditores. Patricia Gualinga, del pueblo kichwa de Sarayaku (Ecuador) estuvo a cargo de la primera lectura.
—Nuevos caminos—
Durante su sermón, el Sumo Pontífice reconoció el esfuerzo que se hizo durante el sínodo por escuchar “las voces de los pobres y reflexionar sobre la precariedad de sus vidas”, amenazadas por la depredación y explotación de los recursos naturales. También, indicó que las comunidades indígenas, pese a la vulnerabilidad en la que se encuentran, compartieron alternativas para impulsar el desarrollo sostenible en la Amazonía.
“Muchos nos han testimoniado que es posible mirar la realidad de otro modo, acogiéndola con las manos abiertas como un don, habitando la creación no como un medio para explotar, sino como una casa que se debe proteger, confiando en Dios”, manifestó el Papa.
En el momento de la ofrenda, previo a la eucaristía, un grupo de líderes indígenas subió al altar. Entre ellos, estuvo Marcivana Sateré, del pueblo sateré-mawé de Brasil, quien le entregó al papa una planta de maíz y frejol que fue sembrada al inicio del sínodo. Francisco recibió con una sonrisa este obsequio, como una muestra de los nuevos caminos que se abren para la Iglesia y los pueblos en la Amazonía.