JUAN PABLO LEÓN ALMENARA
ENVIADO ESPECIAL
“Llamo por el aviso para trabajar como anfitriona en Madre de Dios”. Así inicia la conversación encubierta una periodista de El Comercio con ‘Meche’, responsable de una agencia de trabajo en Puerto Maldonado que ofrece S/.1.500 soles mensuales, además de vivienda, alimentación y traslados hacia una zona conocida como 107 (llamada así por el antiguo kilometraje de la carretera Interoceánica).
“Aún no cumplo los 18 años, pero necesito el dinero”, continúa la reportera, quien sirve de carnada para constatar cómo las oficinas de empleo formales están coludidas en el delito de trata de personas. La mujer al otro lado del teléfono acepta sin dudarlo: “Serás anfitriona. Vivirás con otras chicas, y no correrás ningún peligro”.
Según registros de la Sunat, la agencia de empleo que recibió nuestra llamada tiene RUC, razón social y domicilio fiscal que, por advertencia de la policía, deben mantenerse en reserva, ya que la empresa se encuentra investigada junto con un grueso grupo de negocios similares en varias ciudades.
Las agencias, muchas de ellas operando como fachada, ‘centran’ a las menores para enviarlas a estos campamentos, explica el comandante PNP José Zavala, miembro de la División de Trata de Personas de la policía. “Ya tienen un trato con los dueños de los bares en Madre de Dios que necesitan estas chicas. ‘Tengo tres jóvenes, mándame la plata para enviarlas mañana’, le dicen. Ahí empieza la historia”, explica.
UNA HISTORIA REALUna propuesta similar, pero que entonces sí se concretó, fue la que recibió hace dos años Ruth Malca (19), hija de campesinos en una localidad andina de Huancabamba (Piura).
Era una oferta tentadora para quien vivía en condiciones de extrema pobreza. A Ruth, en ese entonces menor de edad, le enviaron el pasaje de ida y llegó a los pocos días. Pero una vez en Madre de Dios, las cosas fueron diferentes: en el otrora kilómetro 107 de la Interoceánica está la base logística de los mineros ilegales que acuden ahí por comida, licor, sexo y drogas luego de sus jornadas de extracción en La Pampa, situada a pocas horas.
Lavado de dinero de la minería ilegal crece más rápido que el del narcotráfico
“Uno de los encargados me explicó que el puesto no era de anfitriona, sino de mesera. A los pocos días, el concepto pasó a ser compañera de asiento y, después, dama de compañía”, recuerda la joven.
Durante dos años, incomunicada, sin opciones de escapar, soportó el tufo y las caricias de los clientes ebrios que acudían al bar Torbellino –uno de los más grandes, con pasarela, juegos de luces y más de 40 precarias habitaciones–, donde ella y sus compañeras vivían y daban servicio sexual obligadas.
Su infierno terminó el último jueves 29, cuando fue rescatada por el Ejército y la policía en una operación donde también se halló a 66 otras jóvenes traídas con engaños, muchas de ellas cuando aún no tenían la mayoría de edad.