El próximo 29 de mayo se vence el estado de emergencia nacional en Piura y los damnificados que viven en el refugio de San Pablo, ubicado en Catacaos, temen que con el término de dicha medida de excepción sean abandonados a su suerte. Así lo narraron a El Comercio varios damnificados que aún viven en carpas instaladas en medio del arenal. “Se han olvidado de nosotros. A veces viene el ejército con comida, pero la gente ya no nos trae donaciones. Lo peor es que dicen que hasta el 30 de este mes nos apoyarán y desde ese momento cada uno bailará con su bolsillo. No nos van a ayudar porque se termina la emergencia”, comentó Óscar Acedo Sandoval, morador de Pedregal Grande que hoy se encuentra en el refugio. Él vive junto a su esposa y sus tres hijos, quienes durante las mañanas están en el colegio. La escuela se ha improvisado con aulas de triplay y ventanas de celosilla. La madre de los niños reitera que la ayuda es necesaria, porque aún pasan las noches en carpas que se convierten en hornos al mediodía.-Los esperados módulos-A unos metros de allí, se sitúan 15 módulos prefabricados que fueron instalados para los damnificados de este campamento, tal como lo prometió el ministro de Vivienda, Edmer Trujillo. Sin embargo, hasta la fecha estos no han sido habilitados. La propuesta era instalar 600 módulos para evitar que las personas pernocten en las carpas.La promesa incumplida es incomprensible para María Yovera Sandoval, quien vive en una carpa junto a su esposo y sus cinco hijos. Todos ellos permanecen en la zona desde el 27 de marzo, cuando se desbordó el río Piura, y hasta ahora deben soportar el abrasador sol y los zancudos. “Nos iban a dar una casita, pero hasta ahora nada”, dijo.Sus hijos están en el colegio. Solo la acompaña su pequeña Génesis, de 3 años, quien recostada sobre un colchón bebe chocolate en una jarra de plástico. Su esposo ha ido a buscar empleo como estibador en los alrededores. “Tenemos que meternos temprano a la carpa, antes de que salga el zancudo. Aquí hay muchos enfermos con dengue”, añadió. Al dar la vuelta por todo el campamento, se comprobó que las 600 familias subsisten en similares condiciones. Algunos volvieron a sus casas, debido a que no aguantaban el abrumador calor de las carpas ni los zancudos por las noches. Otros, como Acedo y Yovera, se quedaron porque no tienen adonde ir. El río se llevó sus casas y con ello un poco de sus vidas.
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