Juana Juande Cacio huyó hace 25 años de una muerte segura. Las balas de Sendero Luminoso asesinaron a su madre y sus tíos en Tingo María (Huánuco). Ella y sus hermanos estuvieron cautivos durante tres años en manos del grupo terrorista. Cuando logró escapar, conoció a su ahora esposo, Luis Gonzales Aquino. Ambos migraron a la ciudad de Piura, y después al puerto de Paita. Aquí construyeronuna casa de adobe y calamina.
Esa vivienda, ubicada en el barrio Nuevo Porvenir (en la parte alta dePaita), fue destruida por El Niño costero. Las lluvias y desbordes también afectaron el sistema de agua y alcantarillado, y muchas calles hasta ahora son polvo y piedras.
Paita fue la primera ciudad de la región Piura que padeció los azotesde este evento climático. Juana, su esposo y sus seis hijos usaron a diario baldes para sacar el agua de su vivienda y compraron arenapara rellenar algunas zanjas. Enfrentaron la situación solos. La Municipalidad de Paita solo les entregó calaminas y planchas de triplay.
Seis meses después de las lluvias, poco ha cambiado en esta ciudaddonde la pesca es la principal actividad económica.
–Sin trabajo, sin opciones–A la vuelta de la casa de Juana vive Maritza Ruiz Peña. El asentamiento María Parado de Bellido, donde reside, también sufrió los duros embates de la naturaleza. Cerca de su vivienda aún está la zanja que abrió una retroexcavadora alquilada entre todos los vecinos para evacuar el agua de la lluvia.
“Pagamos S/10 cada uno para sacar el agua que se había estancado entodas las casas. Acá no recibimos ayuda. Apenas unas calaminas y triplay. Dicen que nos darán módulos, pero recién ahora, seis meses después del desastre. ¿Ya para qué?”, se pregunta Maritza mientras mira en la televisión –paradójicamente– un reportaje sobre los daños de las lluvias en Carapongo y sobre Evangelina Chamorro, la mujer que sobrevivió al huaico en Punta Hermosa.
El esposo de Maritza, que es pescador, no está. Ha ido a trabajar consu mototaxi. “Hace tiempo escasea la pesca. Los vientos, los temblores y las lluvias alejaron el pescado”, dice la mujer. Luis, el esposo de Juana (también es pescador, como muchos en Paita), interviene: “Hace dos meses que no voy a pescar, porque regresaba sin nada. Ocho días en el mar, y no hallábamos pescado”.
–Módulos prefabricados–La semana pasada, después de casi seis meses, llegaron a Paita 84 módulos prefabricados del Ministerio de Vivienda (en total se enviarán 210).
“Es tarde, sabemos eso, pero es por la burocracia del Estado. La gente ha construido sus casas como ha podido, no iban a esperar al Gobierno”, explica Melvin Quiñones, jefe de la Oficina de Defensa Civil del municipio de Paita.
Según el funcionario, recién a fin de mes empezarán a instalar los módulos para las 200 familias damnificadas y empadronadas por su oficina. El problema, por así decirlo, es que el Ministerio de Vivienda comenzará a construir 15 días después, en octubre, 200 casas para los mismos damnificados.
“Tendremos una duplicidad, porque a los mismos damnificados queles entregaremos módulos temporales les construirán sus viviendas”, reconoce el alcalde de Paita, Reymundo Dioses. Según dice, la demora se debió a las denuncias que generó la supuesta mala calidad de los módulos que se estaban distribuyendo en el Bajo Piura, y que retardaron todo el proceso.
Más allá de esto, y de daños aún visibles en las pistas, lo que más teme la población de Paita es que no se dé importancia real a las obras de drenaje pluvial. Es lo que más temen familias como las de Juana y Maritza, víctimas de las inundaciones.
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