Miguel Oviedo Villanueva –deshidratado, con la boca seca y sin ánimos– se arrodilló de golpe sobre la cubierta del barco, miró el cielo despejado y dijo: “Dios, termina ya con esta agonía”. Era miércoles 2 de diciembre, el undécimo día perdido en alta mar. Sus compañeros Erly Martínez Tinoco, de 40 años, y Santos Quinde Jiménez, de 29, lucían abandonados, sin fuerzas, echados unos metros más allá.
El grupo había partido sin alimentos el domingo 22 de noviembre desde Talara, rumbo a la caleta La Cruz, en Tumbes. Era un viaje ordinario, a bordo de la embarcación Santa Cruz. En Talara habían pescado langostino, pero como el recurso escaseó decidieron ir a Tumbes a probar suerte. A esta ciudad debieron llegar a las 10 a.m. del día siguiente.
Sin embargo –relata Oviedo– hubo un cortocircuito al interior de la embarcación, a la altura de Cabo Blanco. Lo controlaron tarde, pues ya había dañado el motor. Quinde llamó al dueño de la embarcación, y este les dijo que no se preocuparan, que en cinco horas enviaría una lancha a recogerlos. Sin embargo, esta nunca llegó.
Oviedo aprovechó para llamar a su hija, que vive en Lima, y le contó lo ocurrido. Ella llamó a sus familiares en Tumbes, y estos informaron a la Marina. Así comenzó la búsqueda de la embarcación. Mientras tanto, en el mar los náufragos viajaban sin rumbo, hacia donde los llevara la corriente. Los días pasaban y se alejaban más de la costa. Llegaron a Paita, y días después a 220 millas de Manta, en Ecuador.
La fe y la tortuga
Los primeros días, los pescadores se alimentaban con arroz que hallaron en la cocina de la nave. Lo hicieron alcanzar para una semana. Tomaban agua del radiador del motor, pero esta se les acabó luego de siete días. Oviedo animaba a sus compañeros diciéndoles que no se preocuparan, que el jefe les había dicho que enviaría un bote para salvarlos.
“Temíamos que nos atropellara alguna embarcación grande. Hasta que le pedimos a Dios que nos mandara comida, y justo se acercó una tortuga de unos 20 kilos. La matamos y hervimos su carne. Eso nos reanimó”, cuenta el pescador.
El jueves 3 de diciembre los divisó la embarcación Dany VIII, del puerto de Salinas, Ecuador, que pasaba hacia su zona de pesca.
La noticia del rescate llegó al teniente de la Capitanía de Puerto de Zorritos, Renzo Ibaceta, la noche del jueves. “Fue muy alentador. Esta es la quinta embarcación que se ha perdido este año en Tumbes, pero no hemos tenido víctimas”, comentó.
Al día siguiente fueron a traerlos. Los hombres de mar lucían flacos, y tenían la mirada extraviada en esa inmensidad azul. Ya en su casa, Oviedo bromeó: “Ni loco para volver a meterme otra vez al mar”.