En el valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem), la lucha contra el narcotráfico es una de esas actividades que marca la agenda social y política de toda la región.
Todos los días, una patrulla de las Fuerzas Armadas busca pistas de aterrizaje clandestinas, para destruirlas e inhabilitarlas. Todos los días, los narcotraficantes contratan a pobladores para rehabilitarlas. Todos los días, patrullas de la Policía Nacional realizan operativos para ubicar y destruir pozas de maceración de hoja de coca y laboratorios de clorhidrato de cocaína. Todos los días, los dueños de esos laboratorios –suelen ser clanes familiares que siembran, cosechan y procesan la coca- los reconstruyen.
La hoja de coca, la producción de drogas y la interrupción de los circuitos del narcotráfico son escenas cotidianas en el Vraem.
El Comercio acompañó, días atrás, a grupos de policías y de militares –por separado- que realizan estas tareas.
Un coronel de la Policía, que lidera el Grupo de Operaciones Antidrogas Tácticas en Jungla, asegura que la mejor manera de frenar la cadena del narcotráfico –que a su vez alimenta al terrorismo en la zona- es evitar el procesamiento de la hoja de coca y su conversión en pasta básica de cocaína.
Al mismo tiempo, un oficial del Ejército asegura que, como legalmente no está permitido derribar avionetas que transporten droga, la medida más efectiva en este momento es anular las posibilidades de que estas aterricen, carguen la droga y levanten vuelo hacia Bolivia. En lo que va del año han sido inhabilitadas más de 120 pistas y, desde hace aproximadamente 10 días, no se ha reportado el ingreso de avionetas al país.
Pero el narcotráfico siempre busca nuevas rutas. Según fuentes policiales y militares del Vraem, el traslado terrestre de droga se ha reactivado, y esto genera un nuevo escenario, pues los ‘cargachos’ que cargan la droga en largos recorridos a pie requieren la presencia de columnas de Sendero Luminoso, que les brindan seguridad.
Mientras en Lima se discute si el Perú va camino a ser un narcoestado, en el Vraem se confirma el concepto de narcorregión. Aquí se nace, se crece y se muere en medio de coca.