Entre las cuentas y las tarjetas de crédito de Nadine Heredia y su mejor amiga, los cuentos de Belaunde Lossio o el intento de tapada al congresista Alejandro (‘Pinocho’) Yovera, la dimensión de la corrupción fomentada por las empresas brasileñas aliadas al Partido de los Trabajadores del Brasil y sus aportes, comisiones y coimas a los partidos políticos y a varios gobiernos de América Latina y el Caribe, entre ellos el Perú, pasa piola, como si se tratara de una anécdota.
Usar a los estados como fuente de financiamiento ideológico, fue una decisión política que tomaron hace años los brasileños del PT. Una vez en el poder, Luiz Inácio Lula da Silva y sus compañeros encontraron en los inescrupulosos gerentes de las grandes constructoras de su país a los mejores socios.
Haciendo gala del más puro mercantilismo, gran parte de los mandamases de las transnacionales de la construcción brasileña se alinearon a los objetivos del Foro de Sao Paulo y empezaron a financiar las campañas y a reforzar gobiernos izquierdistas. ¡Claro!, el dinero invertido volvería a ellos, después, a punta de contratos con los estados presididos por sus beneficiados.
A cambio de multimillonarias concesiones, empresas investigadas ahora en Brasil, como Camargo y Correa, OAS, Techint o Queiroz Galvão, contrataron para cada país lobbistas garotos, que se instalaron en las capitales y empezaron a negociar y repartir donaciones o porcentajes a los candidatos y después a los gobiernos de izquierda aliados del PT; pero si la fortuna no acompañaba a los favoritos del Foro, entonces les entregaban propinas a los otros candidatos o a los otros gobiernos que les serían útiles, simplemente, a ellos. OAS, por ejemplo, le “donó” un millón de dólares al precandidato del Partido Patriota de Guatemala.
La yapa consistía en correr con los cuantiosos honorarios de publicistas de campaña con experiencia de operadores políticos y fama de desalmados. En el Perú, los vimos con desparpajo en las elecciones del 2011 y en la oposición a la revocatoria municipal en Lima, en el 2013. Pero, a quiénes más, desde cuándo y cuánto les dieron en aportes, propinas o comisiones a los políticos peruanos, lo determinará algún día la Fiscalía Anticorrupción que ya ha empezado a jalar la punta de la madeja.
La clave, sin embargo, la tienen los delegados, aquellos lobbistas brasileños contratados y asignados al Perú para servir como intermediarios de los grandes consorcios: Ellos saben para qué obras, a quiénes y cuánto les dieron.Por cierto, hace poco, saltó el nombre de un brasileño afincado en Lima hace 10 años: Marcos de Moura Wanderley.
Un documento de la Policía Federal de Sao Paulo lo acusa; y resulta que es el novio de la entrañable amiga de la primera dama: Rocío Calderón Vinatea, la que le prestó su nombre para recibir dinero de Venezuela y su tarjeta de crédito para comprar “chocolates”. Increíble, todos los que alguna vez se declararon socialistas del siglo XXI, han estado en la colada. ¿El pretexto será la revolución?
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Enrique Cornejo afirma tener “conciencia tranquila” por carretera Interoceánica ►http://t.co/fpqDWZ9osI pic.twitter.com/6yI8v3FyjL— Política El Comercio (@Politica_ECpe) junio 17, 2015