Tras la disolución del Congreso, Steven Levitsky hace un análisis de los últimos hechos políticos que han remecido al país y sugiere cómo debería ser la relación entre el presidente Martín Vizcarra y el nuevo Legislativo.
—¿Hizo bien el presidente Vizcarra en disolver el Congreso luego de considerar que no recibió la confianza para modificar el proceso de elección del Tribunal Constitucional?
Creo que fue el último paso en un conflicto largo y lamentable. [Había] una crisis institucional con un Congreso controlado por una fuerza no plenamente democrática, que estaba intentando copar el Poder Judicial para protegerse y que mostró evidencia de querer tumbar al presidente. Los dos lados estaban jugando al margen, o por lo menos en la zona gris de las reglas. Nunca había habido un cierre constitucional del Congreso; había distintas interpretaciones, ningún lado jugó 100% limpio, pero me parece que al final la salida de Martín Vizcarra fue la del mal menor.
—¿Cree que había otro camino?
No. En ese momento no había.
—¿Era necesario entonces?
Sí, lamentablemente. A mí me pareció que su llamada de elecciones anticipadas era una solución mejor. Necesitaba, obviamente, la voluntad del fujimorismo que no obtuvo. Creo que el precedente del presidente cerrando el Congreso no es muy sano para la democracia.
—Lo han llamado dictador.
Para mí, esa visión de Vizcarra como dictador, como autoritario, como Alberto Fujimori, es una locura. El tipo quería volver a casa y no ha mostrado ganas de concentrar el poder. [Sí] creo que va a ser más fácil en el futuro que un presidente cierre el Congreso o que lo subordine con la amenaza de cerrarlo, y creo que [eso] no es sano.
—En julio pasado, cuando la disolución del Congreso era una posibilidad, usted decía que esa situación nos podía llevar a una crisis institucional.
Sí, sin ninguna duda. En las primeras 24 horas, tenías dos presidentes, una vicepresidenta diciendo que había un fuerte desacuerdo sobre las reglas de juego. Hoy en día tienes partidos políticos que están denunciando, aunque exageradamente, un golpe de Estado, esto es evidencia de una crisis institucional. Eso no quiere decir que el Perú cayó en dictadura o que la democracia colapsó.
— Ha pasado más de un mes desde que Vizcarra tomó esa decisión. ¿Cómo ve su desempeño?
Mediocre. Vizcarra no es un político muy experimentado, es bastante débil, a pesar de su apoyo popular, porque sube cada vez que entra en conflicto con el Congreso. Es posible que cuando se escriba la historia sea visto como el político que finalmente venció al fujimorismo, no lo sabemos todavía. Pero en términos de política económica, no ha tenido tiempo para desarrollar una estable. No veo un gran estadista, tampoco el desastre que escriben algunos.
—¿Tendrá que demostrar lo contrario en este corto tiempo o no tiene las capacidades?
No sé si tiene capacidad. Tiene muy poco tiempo y muy poco poder, está bastante aislado de la élite política, los empresarios no confían en él, la izquierda y los movimientos sociales no confían en él, los grupos conservadores lo odian, lo ven como ‘castrochavista’, que es una payasada. No tiene una coalición amplia, entonces no creo que avance demasiado en políticas públicas.
—¿Cómo debe ser su relación con el nuevo Parlamento para conseguir esa coalición que no tiene? ¿Debe buscar alianzas?
Sí, y lo que a mí me hubiera gustado ver es por lo menos que lance un proyecto de reforma básica de política, que se ha hecho a medias. Vizcarra invirtió mucho en eso, pero debido al choque con el fujimorismo quedó en el aire. Cuando Fujimori cerró el Congreso y se eligió uno nuevo, él hizo su partido Nueva Mayoría y tuvo mayoría. Vizcarra es el opuesto, entonces va a terminar sin mayoría para avanzar con reformas en un Congreso muy fragmentado.
—¿Un Congreso fragmentado será bueno o malo para el Ejecutivo?
Es mucho mejor tener un Congreso fragmentado que uno controlado por una mayoría fujimorista. La desfujimorización del Congreso va a beneficiar a la democracia peruana y va a beneficiar a Vizcarra. Este Congreso va a ser débil, con congresistas que entran unos meses y no podrán ser reelegidos, no podrán tener proyectos a mediano plazo. Serán 130 tipos con una visión cortoplacista, y eso genera incertidumbre.
—¿Al no haber candidato presidencial, qué motivará al elector peruano a ir a votar?
Muy poco, sobre todo porque los partidos son cuestionados, muchos son partidos zombies, o sea Solidaridad Nacional. O los candidatos son desconocidos o son conocidos y odiados. Entonces, yo creo que la mayoría de los votantes está mirando la oferta electoral con ganas de vomitar un poquito.
—¿Qué mensaje envía el fujimorismo al llevar a Martha Chávez como número uno de su lista?
Bajo [el liderazgo de] Keiko Fujimori, [Fuerza Popular] tenía la oportunidad de establecerse como el partido dominante del Perú. Ella tuvo que apelar a gente que no votaba por el fujimorismo hace 10 o 15 años, gente más moderada que rápidamente la abandonó. Terminó apelando a los más conservadores y creció bastante. Pero ha caído en una crisis terrible: ya no es un partido que tiene el 30% o 35% de votos, es un partido de 8%. Entonces se está moviendo, me parece, a su base principal, con sus figuras tradicionales.
—¿Cree que esa estrategia va a funcionar y que le irá bien en el proceso electoral de enero?
Depende cómo defines ‘bien’. El fujimorismo no va a desaparecer, le va a ir mucho mejor que a muchos partidos, va a terminar con representación en el Congreso, probablemente siendo una de las fuerzas más grandes en un Congreso muy fragmentado, pero 73 escaños no va a tener. Comparado con el 2016, va a ser un fracaso tremendo.
—¿Y qué posibilidades tiene Keiko Fujimori para el 2021?
Mucho menos. Hace un par de años, era muy posible que ella llegara a la segunda vuelta en el 2021, pero en dos años ha perdido muchísimo capital político. Dada la fragmentación del sistema político, sigue siendo posible, con 15% o 18% del voto, llegar a la segunda vuelta. Ella sigue teniendo esa posibilidad, pero está peor posicionada que antes.
— ¿Tiene cualidades para gobernar?
Como muchos políticos en el Perú, no tiene mucha experiencia, sigue siendo una novata. Y en los últimos años ha demostrado tener mal juicio político, toma malas decisiones. También ha mostrado evidencia de cierta corrupción. Entonces, basado en lo que hemos visto en los últimos años, yo diría que no tiene cualidades para gobernar.