La extensa obra literaria de Alonso Cueto se alimenta de lastres colectivos, búsquedas inconclusas, discriminaciones (su última novela, “La segunda amante del rey”, ataca y se divierte con los prejuicios de una limeña que no tolera que su marido apellidado Rey la engañe con una amazónica). Cueto también escribe sobre las esperanzas de los peruanos. Conversamos sobre ellas y sobre el singular e intenso 2018.
—En este año de tanto brinco, con sucesión presidencial, encarcelamiento de una lideresa, indulto anulado, asilo rechazado, ¿los escritores no sienten que la realidad ‘atrasa’ a su imaginación?
Remontémonos a hace 50 años: acabábamos de tener un golpe, se iniciaba una época muy oscura. Ha habido tres épocas así. La segunda empieza en los 80, con el terrorismo de Sendero Luminoso mezclado con el terrible primer gobierno de García. Y eso lleva a lo tercero, que es el fujimorismo. Una cadena en la que una desgracia lleva a otra, con violencia, abuso de derechos humanos, colapso de instituciones, momentos graves para la autoestima del país.
—¿Tus novelas sobre el período de la violencia eran una manera de buscar entender lo que había pasado?Lo que más me interesaba era cómo ante la muerte y el desamparo el peruano luchaba contra eso anónimamente, cualquier peruano.
—El héroe discreto, como el título de Vargas Llosa.Sí, eso es lo que me impresiona, la gente que decide seguir con su vida de peruano sin una moral o una religión determinada, sino por puro instinto de continuar.
—O trata de encontrarla, aunque no sea clásica ni formal.A lo mejor la hay. Como te decía, de estos últimos 50 años 30 son de desgracias. Y llega el 2001 y queremos librarnos de esos lastres y escogemos a una figura nueva como Toledo, que fracasa totalmente desde el punto de vista moral.
—¿Fracasa o nos engaña?Nos engaña porque recibe un soborno. Luego escogemos a García y a Humala, y este año lo que ha pasado es que por primera vez sentimos que podemos librarnos de ese pasado de lastres y desgracias con una figura nueva que es Vizcarra. Tan es así que esos fantasmas del pasado, el Apra y Fujimori, se han unido para enfrentar ese rechazo, porque están hechos de la misma materia.
—Habrá quien te diga que puede haber un nuevo engaño.En esas estamos, pero tenemos la sensación de que podemos volver a empezar si hablan los de Odebrecht. Nunca en la historia del Perú un fiscal o juez ha sido héroe nacional, en el último Halloween se han disfrazado de ellos. El peruano percibe que vive en una sociedad injusta, pero hay la esperanza de que puede cambiar.
—Esa es la historia política de los presidentes y la corrupción, pero hay algo más subterráneo que no depende de quién está en el poder: la discriminación.El pecado original de la sociedad peruana es la violencia de la discriminación, el racismo y la separación de segmentos. Desde antes de la Conquista vivíamos en una sociedad con grupos enfrentados. Luego, la historia universal estaba haciendo un experimento con el Perú, que se convirtió en un centro de migración del mundo europeo, africano y asiático.
—La desazón ante la discriminación está en los que te dicen que está bien que la justicia sea severa, pero que sea igual para todos, que caiga Keiko, pero también PPK.Es un proceso que empieza. Puede haber excesos, cierto, pero me parece importante no solo como hecho aislado, sino como evolución de la sociedad peruana, que hay una nueva clase media, gente con pequeñas propiedades, gente que tiene algo que perder y quiere que haya reglas.
—Clase media colgada de las uñas de un estatus que puede perder.Pero que creció y hay una demanda de una moral pública. Pérez o Concepción Carhuancho no surgen de la nada, hay un movimiento que los ampara, una necesidad de justicia que es fruto del crecimiento de esta clase media. [...] Ahora, los problemas del Perú son los del mundo. La corrupción está vigente en EE.UU. y en Europa. El sistema está al tanto de eso y manda mensajes tranquilizadores de que la inocencia existe, como la película de Mary Poppins.
—Vizcarra y otros actores hablan de reformas. ¿Buena señal?Sí, ahora, es importante la figura de Vizcarra. A pesar de ser vicepresidente de PPK, es visto como alguien que viene de una pequeña provincia, no tiene verbo florido, pero es preciso. Lo fundamental es que la gente le cree. No le cree a Yoshiyama cuando te dice que la plata se la dio alguien que murió, pero sí a él. Que un líder tenga credibilidad crea un proyecto común.
—Hay quienes dicen que esa credibilidad se cimenta en su ataque a otras instituciones y que ello alimenta un riesgo de caudillismo.Hay que ver cómo evoluciona eso, pero la oposición se destruye por mérito propio. La indiferencia ha terminado y el conformismo, que ha sido muy fuerte, se ha terminado con la llegada de gente joven que es capaz de exigir.
—También está la actitud de despotricar de la política para justificar la propia inacción.Nuestra autoestima ha crecido, hay una serie de fenómenos que hacen que veamos al Perú como país que merece mejor suerte. Desde temas como la gastronomía y la valoración de nuestra historia precolombina.
—La globalización nos hace ver, por comparación, que no estamos tan mal.Es la paradoja de la globalización, nos volvió mas nacionalistas. Me fascina ver cómo empezó nuestra historia con el mito de Manco Cápac y Mama Ocllo, que hunden el cayado, y con los hermanos Ayar, que se matan entre ellos. Las peleas entre hermanos, desde Huáscar y Atahualpa hasta los Humala y Keiko y Kenji, y entre correligionarios.
—Hundidos en el melodrama.El Perú es un país barroco. El barroco español se mezcló con el gusto de los indígenas por el color y la forma. Son visiones profundas, no son adornos. La realidad se convierte en una forma de lo emocional, una visión sentimental de la vida.
—¿El electorado ha cambiado o es que empezamos a ver que sus decisiones siempre son menos irracionales de lo que se prejuzga?En los 80 un amigo me dijo que Belaunde sería el último presidente blanco, porque la mayoría es chola y no va a aceptar a otro blanco. Yo me la creí y en el 2016 elegimos a PPK.
—Y Toledo, cholo que se corrompió.Mira, pues, no existe el fin de la historia. Estamos avanzando. Me parece un signo de madurez lo que ha pasado con [Jorge] Muñoz.
—Pero triunfa Trump. Una pregunta al escritor. ¿Por qué los populistas son mejores narradores que otros políticos?Buscan el éxito inmediato, no el reconocimiento. Son efectistas, no hay mayor contenido detrás. Debajo de la pirotecnia de Trump no hay mucho.
—La narrativa populista es mordaz cuando dice ‘caviar’ y achaca clasismo y racismo a la izquierda.Hay algunos nombres y etiquetas que han quedado, pero también creo que están perdiendo fuerza. Al final, lo que pasa es que hay figuras que están destacando, como Alberto de Belaunde, Gino Costa, Marisa Glave, Indira Huilca. [...] En la Feria del Libro, Jon Lee Anderson dijo: “Ustedes tienen que estar orgullosos de lo que está pasando, han hecho algo contra la corrupción. En México matan a periodistas”.
—A propósito de México: la película más poderosa del año viene de allí. ¿Por qué no hay algo similar a “Roma” aquí? Porque otros actores, no literatos, están narrando con impacto nuestra historia?Acá puede haber una versión de la familia de clase media tan potente como la de “Roma”, tenemos todos los materiales para realizarla. Esa familia es una minisociedad de clases. Un tema esencial narrado con maestría. Tenemos “Un mundo para Julius”.
— En “Julius” era impensable el protagonismo de la empleada.Todo se centra en Julius, pero cuando se distancia de los padres hay una relación fuerte con las empleadas y dice: “¡Qué bárbaros para querer!”.
—¿Más intelectuales y artistas deben involucrarse en la política?Me interesa todo lo que pasa en el Perú, qué ilusiones tiene la gente, que eso sea parte de mis libros. Eso es más importante que lo que pueda hacer en un puesto. También hay escritores que no se sienten involucrados, es legítimo. A mí sí me apasiona, me indigna. Quiero seguirme indignando y quiero seguir celebrando de cerca lo que está pasando. Es época de mayores esperanzas. Se abren posibilidades si Vizcarra empieza a hacer un gobierno de obras públicas y reducción de desigualdad.
Durante la entrevista, Cueto trató de recordar una cita. Antes del cierre, nos la envió por escrito. Es del humorista venezolano Laureano Márquez: “En América Latina hay pocos suicidios porque todos quieren quedarse a ver cómo acaba esta vaina”.