La política peruana, con propuestas audaces y desenlaces estridentes pero sin cambios reales, en espera permanente quién sabe de qué, se parece cada día más a “Esperando a Godot”, la pieza teatral de Samuel Beckett. En dicha obra, escrita en 1952, Beckett presenta los diálogos de pintorescos personajes que llevan lo absurdo casi al extremo, mientras se aguarda la llegada de Godot, de quien se sabe poco y se imagina mucho.
Son parlamentos vanos cuyo único fin parece ser llenar el insufrible vacío del silencio. Las cosas, en tanto, permanecen en la nada, con sucesos bulliciosos, intrascendentes.
La propuesta de adelanto de elecciones del presidente Martín Vizcarra parece amodorrada, a pesar del sólido respaldo ciudadano mostrado en las encuestas (75%, El Comercio-Ipsos), mientras los principales voceros del Ejecutivo dan declaraciones erráticas sobre el (conato de) diálogo que plantean.
Mientras el primer ministro, Salvador del Solar, se esfuerza en promoverlo, el ministro de Justicia, Vicente Zeballos, asegura que “no hay marcha atrás” en la propuesta, dejando poco margen a los potenciales ajustes que puedan surgir de las conversaciones entre oficialismo y oposición.
Vizcarra habla casi a diario del tema, gustoso –al parecer– de ponerse la soga al cuello, orgulloso del rechazo que causa la clase política de la que forma parte. “No hay que tenerle miedo al pueblo”, dijo recientemente, alentando actos de protesta. Actos que, dicho sea de paso, ya empiezan a incluir su imagen.
Otro suceso digno de una comedia es la denuncia del procurador Amado Enco a su colega Jorge Ramírez. Cada uno ha salido a defender su posición con numerosos recursos legales, mientras el ministro Zeballos, a quienes reportan los autónomos procuradores, no ha tenido problemas en posponer cualquier decisión, como si la confusión no requiriera combatirse con urgencia.
Ni qué decir del desenlace que ha tomado el proyecto minero Tía María. Las decisiones en el Ejecutivo se toman y comunican con tan poco tino, que dejan la impresión de gran desorden y caos. El audio de Vizcarra difundido ayer es una penosa constatación de la poca claridad con que se ha manejado un tema tan importante.
Aunque con menos atención, la apurada reforma judicial de Vizcarra tiene algo más de un año de lanzada y no muestra aún sus frutos. Se critica el presunto manoseo que sufrió la propuesta gubernamental en el Congreso, pero cualquier revisión pormenorizada mostrará que tal reproche no tiene asidero.
Por ejemplo, el famoso “concurso público de méritos” para evaluar solo a abogados para la conformación de la Junta Nacional de Justicia (JNJ) –presente tanto en la propuesta del Ejecutivo como en lo que aprobó el Congreso– crea serias limitaciones, que ojalá puedan superarse en esta segunda convocatoria.
Un diálogo de Beckett resume bien la política peruana de hoy. Estragón dice: “Entretanto, intentemos hablar sin exaltarnos, ya que somos incapaces de callarnos”. Vladimir: “Es cierto, somos incansables”. Estragón: “Es para no pensar” (telón).