Los caudillos fueron líderes político-militares que marcaron los primeros años de la vida republicana. Además de las armas, contaban con clientelas relativamente extendidas y con la anuencia del poder económico. Para Jorge Basadre, el lapso entre 1824 y 1845 fue dominado por este tipo de personalidades políticas.
Hace algunos meses, el politólogo Alberto Vergara se refería a lo que entendía como una “necesidad” del Perú contemporáneo, marcado por el desafío planteado por los resultados electorales del 2016 y por el poco aprendizaje de los gobiernos pos-Fujimori. “La maldita paradoja del país puede que se resuma en que necesitamos un caudillo institucionalista”, le dijo Vergara a Jaime Bedoya (“Somos”, 17/3/17).
¿El Vizcarra que anunció la presentación de la cuestión de confianza la noche del domingo es un caso de lo que Vergara pensaba que el país necesitaba? Vergara no describe lo que entiende como “caudillo institucionalista”, algo entendible por tratarse de una entrevista periodística y no de un entorno académico.
Ante tal vacío, vale la pena ensayar algunos de los patrones que han caracterizado a la lucha incesante, y casi solitaria, de Vizcarra por empujar las reformas que cree urgentes para el país: un esfuerzo que podría describir, al menos en parte, lo que Vergara tenía en mente.
En primer lugar, Vizcarra apela reiteradamente al clamor popular. La opinión pública juega un rol fundamental en su apuesta. Aunque se presenta polarizada sobre la figura presidencial (45% de aprobación, 44% de desaprobación, según El Comercio-Ipsos más reciente), se muestra mayoritariamente a favor de las reformas que Vizcarra plantea (entre 53% y 69%).
En segundo término, el presidente –como varios caudillos en los albores del Perú independiente– alude a la defensa de valores supremos. La lucha contra la corrupción y el fortalecimiento institucional son los dos ejes de su gestión, y fueron planteados al iniciar su mandato, como bien recordara el propio Vizcarra la noche del domingo.
Tercero, el mandatario encuentra con cierta facilidad un adversario al que enfrentarse. En eso contribuye mucho la torpeza y carencia de propuestas que ha mostrado Fuerza Popular al liderar el Congreso y, en particular, el manejo que le ha dado a los temas planteados por el primer mandatario el 28 de julio pasado.
Finalmente, Vizcarra parece dispuesto a empujar reformas con poca consulta. Desde que el presidente presentara sus propuestas, hace algunas semanas, poco se ha aportado desde fuera del Parlamento. En el Congreso, según el presidente, corren el riesgo de ser desnaturalizadas.
El gran problema es que, reiteradamente, los estrategas del Ejecutivo parecen ser poco conscientes de lo que sus pasos pueden terminar desencadenando. Entre otras cosas, el país podría estar dirigiéndose a una etapa en que las instituciones son un mero soporte de la voluntad de bien intencionados líderes. El probable legado: llevar a la realidad, sin mucho éxito, la paradoja que planteaba Vergara.