César Acuña no acepta un no como respuesta. El crecimiento paulatino de su poder económico le permitió ir abriendo puertas inesperadas, cerrando tratos, reclutando leales, haciendo negocios. Sin que formara parte de un plan, fue coleccionando recursos que se tornaron en piezas claves para pretensiones políticas: dinero, universidades, clubes de fútbol, alcaldías, gobiernos regionales. Es un ekeko que desborda en abundancia y ahora busca su última frontera: la Presidencia de la República.
Un publicista con suerteEl principal asesor de la campaña de la candidatura de César Acuña, Luis Favre, no levanta muertos, sino candidaturas que ya cuentan con cierto capital político inicial. Cuando el marketero brasileño ingresó a sus campañas exitosas, el candidato Ollanta Humala bordeaba el 10% de la intención de voto y la alcaldesa Susana Villarán tenía un núcleo duro que la defendería de la revocación. La condición implícita para aceptar asesorar al chotano fue que este debería alcanzar los dos dígitos de intención de voto.
Acuña no llegó al 10% en diciembre por sí solo, como sostiene. Tuvo a dos expertos españoles en márketing político que lo condujeron a ese primer objetivo. El mismo día en que uno de ellos pisó Lima, salió disparado para las alturas de la sierra central. César Acuña quería que lo viera interactuar con sus operadores políticos, cómo alcanzaba acuerdos con movimientos regionales y, sobre todo, que lo viera en acción. El diagnóstico inicial señalaba fortalezas a nivel de movilización. Efectivamente, el empleo de las universidades-empresa como sustitutos partidarios había permitido el enraizamiento local de la ascendencia de Acuña en sus zonas de intervención directa. Pero se necesitaba dar un primer salto mediático, y qué mejor que aprovechar su asociación con el tema educativo. Construir una marca personal que equipara Acuña con ‘educación’, empleando exclusivamente la publicidad de su consorcio universitario, antes que politizar tal asimilación con fines electorales.
Cuando las encuestas vislumbraron el despegue de su candidatura (10%), superando incluso las cifras de García, César Acuña ya estaba en capacidad de tocar las puertas de Favre. “Para serte franco, no nos esperábamos llegar a esa marca tan pronto […], pensábamos que sucedería en febrero”, señala un miembro del entorno acuñista. A pesar de que la dupla española había cumplido el encargo, sus servicios no fueron renovados. “Acuña quería al mejor, a quien ha demostrado que puede ganar una elección en el Perú. Tiene la plata para hacerlo, mientras otros que también lo tentaban no tenían o no querían soltar”. Así explica esta fuente la aparentemente onerosa contratación de Favre.
El trabajo del estratega brasileño recién empieza y toma a César Acuña en una viada ideal. Al parecer, el diseño del plan de acción repetirá mucho del empleado con Humala, dados los elementos en común entre ambos políticos: candidatos antiestablishment, rechazados por las élites limeñas, con dificultades para la comunicación masiva –lo cual hace más preciado su aporte– y dispuestos a seguir disciplinadamente las instrucciones de un experto. Una de las primeras órdenes habría sido privilegiar las entrevistas escritas, conociendo las preguntas de antemano. “Las personalidades de Humala y Acuña son moldeables para los titiriteros publicistas”, añade con envidia un consultor en estrategias electorales.
Llenar los vacíosLa capacidad de movilización y presencia territorial es un ingrediente que ni el más fanático creyente de la política mediática puede negar. Y César Acuña –conscientemente o no– venía haciendo la tarea desde aquel lejano 2002, en el que se lanzó por primera vez al ruedo electoral con partido propio. El ‘timing’ no es casual porque Alianza para el Progreso (APP) es heredera de dos déficits políticos que marcaron la política contemporánea: el colapso de los partidos y la caída del fujimorismo. Acuña busca llenar ambos vacíos. Ha montado una maquinaria política privada para despojar al Apra de su otrora ‘sólido norte’. Igualmente, ha adoptado el estilo clientelista fértil en sectores de la sociedad pragmáticos y pauperizados, que echan de menos la versión del fujimorismo más prebendalista. ¿Pero cómo funciona en la práctica este proyecto para ganar adeptos?
La infraestructura universitaria es empleada como instrumento de penetración en zonas alejadas de los centros urbanos. Oficinas de proyección social y despachos de prácticas preprofesionales son desplegados para que los recursos humanos ingenieriles y abogadiles formen vínculos de cooperación con municipalidades distritales, especialmente en las zonas rurales. Ante la falta de funcionarios especializados, cientos de administraciones edilicias han aceptado la cooperación técnica del consorcio educativo de Acuña, fortaleciendo aun más la identificación con dicho proyecto político personalista. APP no solo llena el espacio dejado por los partidos y el fujimorismo, sino también por el Estado.
Sin embargo, no ha logrado traspasar ciertos límites territoriales. El epicentro del fenómeno Acuña, como se sabe, es La Libertad. Su radio de expansión llega hasta la frontera con Ecuador y la costa norte limeña. En total, suman 19 alcaldías provinciales y 2 gobiernos regionales, elegidos en el 2014.
Siguiendo la inercia de sus inversiones, Acuña está en búsqueda de conquistar la capital. En las últimas elecciones edilicias, su partido logró una importante victoria en San Juan de Lurigancho. No obstante, su principal reto continúa siendo el sur del país, donde su nombre aún no pega en el sentido común sureño.
El mediático general (r) Edwin Donayre se ha convertido en su fuerte aliado para la movilización política en el Trapecio Andino. Su experiencia electoral como ex candidato a la presidencia regional de Ayacucho le ha permitido un conocimiento de la política organizativa en esta región, así como en Huancavelica y Abancay; zonas donde funge de lazarillo político de Acuña. Del mismo modo, la alianza con Restauración Nacional, de Humberto Lay –integrante de su plancha–, le permite consolidar apoyos entre el pueblo evangélico, aunque el mismo no es tan importante en las regiones donde Acuña necesita crecer.
El candidato presidencial procura entonces pactos con líderes y movimientos regionales (Yamila Osorio en Arequipa, por ejemplo) que lo favorezcan en la superación de estos escollos. Lo cierto es que el telúrico sur aún no tiene dueño.
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“¡No culpe a otros, señor presidente!”, la columna de Juan Paredes Castro ► https://t.co/UEFZEePGH1 pic.twitter.com/h0zDHUH7ek— Política El Comercio (@Politica_ECpe) enero 10, 2016