“No ha sido violencia contra la mujer”, dice Susana Villarán, muerta de risa, al preguntarle por qué está enyesada. Se resbaló en el tatami de su clase de yoga y se rompió el brazo izquierdo. “Por suerte, soy diestra”, dice, y querrá sorprendernos con banderas de una izquierda liberal y moderna que no le hace ascos a la derecha, pro inversión minera y pro generación de empleo formal; y harta munición para disparar, ahora que está sin partido, a quien le provoque.
— ¿Ya se le pasó la pica por Vladimiro Huaroc [pasó al equipo de Keiko]?Dije que me parecía que traicionó principios y valores que él encarnaba, no que había traicionado al partido porque él salió hace 4 años. Aparecí colérica y eso no está bien.
— La política está llena de jales; el viejo rival puede ser un aliado, como lo fue el PPC para usted. ¿Por qué no asumir todo esto como gajes del oficio?Yo he cambiado de opinión muchas veces, pero no de principios ni valores. El PPC fue un rival democrático en las elecciones del 2011 a Lima y fue un gran aliado en el proceso de la revocatoria. Ahora me da mucha pena, se está destruyendo y eso no es bueno.
— Su partido Fuerza Social participa en las elecciones internas de Unidad Democrática [fueron ayer].He pedido una licencia indefinida y tiene que ver con la plataforma electoral que se está usando, que es la de Democracia Directa, donde están aquellos que estuvieron a favor de la revocatoria, como Malzon Urbina y Álex Gonzales. Que haya primarias y la gente vaya a votar es bueno para la izquierda; con lo que no estoy de acuerdo es con el portaaviones que se está usando. Entonces les dije “déjenme libre”.
— Está libre para ser invitada.Estoy triste. Me preocupa el futuro que nos espera si no hacemos nada y podemos tener al fujimorismo de regreso. Que Keiko es diferente, no me lo creo.
— ¿Ni siquiera con Huaroc?Que jale a quien sea. Quien se acerque al fujimorismo se envilece.
— Así de dura.Así de clara. Creo que el daño al país es enorme, hasta ahora estamos viendo las consecuencias. El fujimorismo destruyó el Estado de derecho, envileció las relaciones entre el Estado y el ciudadano con el clientelismo político. No basta ir a Harvard y decir tres palabritas. Hay una cultura clientelista que es el ADN del fujimorismo y ahí vienen otros que lo imitan.
— ¿Cómo ve la candidatura de Verónika Mendoza?Es una joven política articulada, buena comunicadora. No profeso las mismas posiciones, pero le tengo mucho aprecio.
— Desde ese aprecio que le tiene, ¿le gustaría que resuelva sus dudas frente a Venezuela?No debería dudar. Lo que acaba de suceder [el asesinato de Luis Manuel Díaz] confirma lo que, en el 2002, firmé en un informe de la Comisión Interamericana de DD.HH. Ya no estamos en la época del eje Pekín-Moscú, por Dios. Venezuela no debiera ser una distracción para nosotros, pero no podemos decir yo lucho por los derechos humanos en el Perú y que [Leopoldo] López no es un preso político.
— Otra posible discrepancia con Verónika Mendoza es el enfoque sobre la inversión minera.El Perú es un país minero.
— También lo dice Alan García.Y lo ha dicho Tony Zapata en un artículo con argumentos históricos. La riqueza minera convive con otras riquezas para generar empleo productivo. Quedarse en el tema del antiextractivismo como única bandera es un error. Lo que falta es ponerle el cascabel al gato: una ley de ordenamiento territorial. Nadie la quiere.
— Si se concibe como una forma de excluir a casi todo el país de la minería, volvemos a lo mismo.Nosotros lo hemos hecho en Lima, en un plan al 2035 muy lejos de lo que se podía pensar de un gobierno de izquierdas. En el eje Lurín definimos 2000 hectáreas más como suelo industrial conviviendo con el valle verde.
— Algunos dicen que usted fue la gran oportunidad perdida de la izquierda.Fuimos terriblemente perseguidos. Esa gran oportunidad de la izquierda en un país tan conservador como el Perú era realmente un peligro. Un éxito en Lima; debía hacerse lo posible para que no exista. Nosotros logramos una histórica inversión privada en Lima. Más de 4 mil millones. Si se saben dirigir las inversiones podemos reducir el déficit de infraestructura que es muy grande y afecta la productividad y la vida de todos nosotros.
— Usted habla del trabajo de sus enemigos, ¿qué admite de responsabilidad propia?He reconocido mil veces mis pecados, he ido demasiado al confesionario y no he sido absuelta por una derecha ultraconservadora que no quiere a un grupo de gente de izquierda que empezó a hacer cosas para transformar la ciudad. Tomamos banderas que la derecha cree que son las suyas, como la inversión privada. ¿Por qué alguien como yo no puede ser la que más inversión trajo a Lima?
— ¿No hubo ineficiencia en ejecución, cuadros que no tenían gran experiencia de gestión?La izquierda había dejado de gobernar 30 años. Conseguir cuadros de un día para otro no es fácil. Pero hay que leer bien nuestro informe de gestión, y no decir “el túnel Santa Rosa no se pudo hacer y ese es un ejemplo de lo vaga, inútil, incapaz que es la Villarán”. Esos son los motes que me puso Hugo Otero en la campaña que el Apra desató en la revocatoria.
— ¿No fue un error distraerse peleando con otros partidos?Sí. No debimos, en plena campaña electoral [elecciones generales 2011], instalar la comisión investigadora del Caso Comunicore. Eso generó una animadversión absurda de Solidaridad Nacional. La gestión de Lima debió estar por encima de ese tema que todo el Concejo Metropolitano aprobó. Con el Apra fue distinto, Alan se metió conmigo. Puso al Sr. [Luis] Nava, su secretario personal, y al Sr. [Carlos] Arana, su operador popular, a pelear por la provincialización de San Juan de Lurigancho. ¿Qué hace una persona cuando recibe un mandato sobre un territorio? Defender ese territorio y yo peleé con todos los aliados que pude conseguir. Les torcimos la mano, no entraron ni Arana ni Nava.
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