Como regalo de Fiestas Patrias, desde el lunes, el gobierno tiene legalmente el poder de rastrear su ubicación (a través de su celular) sin solicitar previamente una orden judicial. Tiene también la facultad de pedir a las compañías de telefonía que le entreguen toda la información que tengan sobre sus comunicaciones de los últimos tres años. Así como lo lee. Como en la peor ficción distópica hollywoodense.
La excusa que pone el gobierno para justificar este nuevo poder de acompañarnos silenciosamente a donde vayamos es que así le será más fácil combatir la criminalidad. La autorización previa de un juez, sin embargo, tiene una razón de ser que aquí simplemente ha sido ignorada: que un poder independiente verifique que existe evidencia de que la intromisión en nuestra privacidad es justificada y, así, evitar que el gobierno abuse de este poder para espiar a ciudadanos inocentes.
¿Esta preocupación de que el gobierno meta sus narices en lo que no le incumbe es real? Pues recordemos algunos de los hitos de esta administración para ver a lo que nos exponemos.
Desde inicios de su gestión, el señor Humala estuvo decidido a contar con servicios de inteligencia más poderosos. Muy temprano, llenó la DINI de gente cercana a él y elevó sus gastos reservados en 776%. En el 2012, el Ejecutivo utilizó las facultades que se le habían otorgado para legislar sobre seguridad para aumentar las funciones de esta agencia. De siete, pasaron a 17, obteniendo funciones operativas que permitían realizar seguimientos e interceptaciones. Se cambió además el fraseo de las facultades que tenía la Comisión de Fiscalización del Congreso, que pasó de “fiscalizar el plan anual de inteligencia” a simplemente “tomar conocimiento” de él. Luego se sabría que la DINI gastó unos S/.50 millones en un módulo de interceptación satelital que tiene un poder de alcance 50 veces mayor que las plataformas de interceptación que maneja la Dirección Antidrogas de la policía. A esto se suma que hace unas semanas Wikileaks reveló que la policía, el Ejército, la Marina y un “asesor técnico del presidente” habían estado en negociaciones con Hacking Team (empresa italiana hoy envuelta en un escándalo global por brindar servicios de interceptación ilegal de comunicaciones a diversos gobiernos) para contratar sus servicios.
Los superpoderes que el gobierno obtuvo en este campo, lamentablemente, no llenaron de buenas noticias los diarios. El primer escándalo que salió a la luz pública fue en el 2013, cuando se conoció el reglaje que venía realizándose a Fernando Rospigliosi y Carlos Basombrío, ambos críticos del gobierno. Luego se conocería que el gobierno había seguido tanto a miembros del oficialismo como a miembros de la oposición. Y mientras la administración Humala intentaba esbozar una defensa contra estas acusaciones estalló el caso de los ‘dinileaks’: agentes de la DINI desviaron recursos públicos asignados para vigilar la seguridad nacional con la finalidad de recopilar y sistematizar información sobre ciudadanos que no tenían relación con ninguna actividad delictiva. Ministros, opositores políticos, periodistas y hasta modelos como Tilsa Lozano y Millet Figueroa estaban en la lista de las miles de personas que venían siendo investigadas en secreto por el gobierno. A raíz de eso, la primera ministra Ana Jara fue censurada. No obstante, hasta el momento nadie ha asumido la correspondiente responsabilidad legal por estos sucesos. La prometida reestructuración de la DINI, finalmente, sigue en el mundo de las buenas intenciones.
El destape de los ‘dinileaks’ mostró que esta práctica también fue común en los gobiernos de García y Toledo. Y ni recordar lo que pasaba en la época de Fujimori. Es decir en las últimas tres décadas no hay un gobernante que se haya salvado de pervertir los poderes que recibe el Estado de vigilar a sus ciudadanos. Y, ahora, Humala ha decidido quitar uno de los últimos candados que quedaban, aprovechando además que no tenía que pasar por el Congreso para aprobar esa norma y que al promulgarla en feriado pasaría más desapercibida.
Ya lo sabe. Si lleva su celular consigo, ahora Humala lo acompaña.