Es hora de que el gobierno resuelva su problema de incompetencia política, que enerva de manera suicida su relación con Fuerza Popular. Luego del increíble desperdicio de la reunión del presidente con Keiko Fujimori, donde PPK no aprovechó para comprometer a Keiko en una agenda de reformas y reuniones y más bien a los dos días petardeó el acercamiento con una declaración impropia, el homenaje a los comandos era la ocasión feliz para “voltear la página”.
Y así pareció entenderlo PPK. Keiko fue invitada y bien recibida por el ministro Nieto, y ubicada a 50 cm detrás del presidente, en la tribuna de honor. Hasta allí todo bien. Pero cuando PPK entró y se dirigió a sentarse en su sitio, ¡no la saludó!, pese a que era imposible que no la viera. Los gestos son todo en política.
A partir de allí hubo una sucesión de actos que, bien o mal intencionados, convirtieron lo que debió ser una aproximación en una guerra. El sábado, el vicepresidente Martín Vizcarra declara que Alberto Fujimori es el líder indiscutible de Fuerza Popular y el lunes Carlos Bruce revela que él indultaría a Fujimori. Le preguntan a PPK por eso y él responde que está en estudio. Pero Marisol Pérez Tello dice que es imposible y luego el congresista Vieira presenta un proyecto para viabilizar el arresto domiciliario. Fue archivado por unanimidad –seis partidos–, pero Gino Costa tuitea: “FP tuvo la oportunidad de mudar a Alberto Fujimori de la Diroes a su casa… y decidió dejarlo en la cárcel!”.
No sabemos si estamos ante una torpeza política mayúscula o ante una deliberada estrategia para dividir y arrinconar a Fuerza Popular, aconsejada por iluminados antifujimoristas. El hecho es que el gobierno se ha dado el lujo de sabotear esta segunda gran oportunidad para crear un espacio de concertación política.
Ya se ha dicho mil veces: el presidente y el premier tienen que aprender a hacer política, que consiste en gestos, seducción, conversación. Hay maneras de decir las cosas: no puede PPK acusar de demagogos –como hizo ayer– a los congresistas de FP, si lo que quiere es que no deroguen un artículo. Tiene que invitarlos a ver y discutir su importancia.
El premier Zavala se queja de que Keiko no quiere conversar (se dice que asesores cercanos le alimentan la revancha, que podría llegar hasta la barbarie de la censura a Basombrío). Pero la conversación ya se habría dado hace rato si no se hubiese destruido absurdamente las dos oportunidades de encuentro que mencionamos.
La única manera de que la locura no termine por devorar la política peruana es conversar. No solo una conversación técnica como la que, con relativa fluidez, se da cotidianamente entre ministros y congresistas, sino una conversación política al más alto nivel que permita definir el manejo del tema Fujimori y acordar las grandes reformas que el país necesita. Y el primer responsable e interesado, por gobernabilidad, en que esa conversación se dé es el presidente de la República. Él tiene que convocar.
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Ministro #CarlosBasombrío: “Soy un luchador, no me rindo” ►https://t.co/wUdUDCOopJ pic.twitter.com/zhUCh2GTpA— Política El Comercio (@Politica_ECpe) 12 de mayo de 2017