El presidente Pedro Pablo Kuczynski dejó abierta la posibilidad de hacer una cuestión de confianza ante la inminente censura al ministro de Educación, Jaime Saavedra, a quien el Congreso interpelará este miércoles. Hubiéramos preferido que fuera una de sus acostumbradas bromas, pero no. Hablaba tan en serio, que la vicepresidenta Mercedes Aráoz tuvo que hacer “algunas precisiones”. Según ella “evaluar” la cuestión de confianza no significa que el Gobierno vaya a hacerlo.
“El presidente del Consejo de Ministros puede plantear ante el Congreso una cuestión de confianza a nombre del Consejo. Si la confianza le es rehusada, o si es censurado, o si renuncia o es removido por el presidente de la República, se produce la crisis total del Gabinete” (art. 133 de la Constitución). “El presidente de la República está facultado para disolver el Congreso si este ha censurado o negado su confianza a dos Consejos de Ministros” (Art. 134).
Todo apunta a que lo que buscaría el primer ministro al hacer uso de esta figura es provocar una tensión con la mayoría fujimorista. Algo así como “más te vale que no me censures a Saavedra, porque puedo forzar un cierre del Congreso”.
¿Realmente el Ejecutivo se siente con la fortaleza política de correr este riesgo? ¿Tanto vale el ministro Saavedra para arriesgar una relación con un Parlamento cuya mayoría opositora hasta el momento no le ha significado ningún estorbo?
Si nos remitimos solo a los hechos de la semana pasada, resulta comprensible que a PPK se le crucen esas ideas por la cabeza, pues solo una persona desconectada de la realidad política podría creer que tendrá éxito esta medición de fuerzas con el Legislativo.
Tenemos un Ejecutivo que en una semana es incapaz de nombrar el reemplazo de un ministro, en el que el titular del Interior patina acusando a un ciudadano de haber provocado el incendio en Larcomar. Una administración que fracasa en el diálogo en la violenta protesta de Andahuaylas y que sufre la renuncia en pleno del directorio de Petro-Perú acusando injerencia del Ejecutivo en sus decisiones, y un presidente que mes a mes ve cómo su popularidad se le va de las manos. ¿Es este Gobierno el que quiere poner en jaque al Congreso y esperar el respaldo popular? Deben estar bromeando.
No se trata de poner en juego la estabilidad del país por la permanencia de un ministro cuyos defensores pretenden convencernos que todo aquel que se le opone tiene un “negocio” con las universidades. Para el 65% de encuestados por Datum que conocen la irregular y millonaria compra de computadoras por parte del Minedu, Jaime Saavedra debe renunciar. ¿Ellos también son parte de un contubernio contra la Ley Universitaria?
Y ni hablar del Plan Educativo 2017 donde se pretende que los niños “construyan su identidad”, independientemente del sexo con el que hayan nacido.
Esperamos del Ejecutivo una reflexión desapasionada y un urgente contacto con la realidad que clama a gritos acciones concretas, ante la percepción de desgobierno. ¡Aterricen! Aún estamos a tiempo, y esto sí es una cuestión de confianza.
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