La expeditiva convocatoria del presidente Martín Vizcarra a los congresistas electos y los primeros días de las apariciones mediáticas de estos dan algunos indicios de lo que podría plantearse en los próximos meses en la relación Ejecutivo-Legislativo. Un mandatario proactivo tendrá que enfrentar un Congreso diverso, por ratos díscolo, y siempre ajeno. Cortés, pero ajeno.
Por lo pronto, claramente habrá tres bancadas que se moverán marcadas por los liderazgos que las llevaron al Congreso. Entre el ánimo cercano a patear el tablero que ha exhibido UPP y el rudo ímpetu de Daniel Urresti, quizás Vizcarra deba descontar 24 votos a la coalición que busca forjar, si es que ambos grupos se mantienen unidos y votan cohesionadamente, algo difícil de asegurar por ahora.
Tanto UPP, mayoritariamente dominado por la reverencia a Antauro Humala, como Podemos –agrupación para la que Urresti recolectó el 46,9% de sus votos–, tienen estímulos de distinta naturaleza. Mirando al 2021 o 2022, UPP puede querer mostrarse más radical, mientras Urresti debería apostar por la moderación del frontal y ligero perfil que ha moldeado desde su aparición en la escena pública. En ambos casos, la principal motivación será consolidar una posición que los ubique con buen pie con miras a las siguientes contiendas electorales.
El Frepap es mucho más difícil de predecir. A la intención inicial de acudir a la invitación de Vizcarra le siguió un comunicado que daba razones formalistas para cambiar de parecer. Será dificultoso identificar un interlocutor totalmente claro en una agrupación que, quizás en concordancia con su callado activismo, se ha caracterizado por el misterio. La crónica de Paolo Benza es bastante ilustrativa de lo que el autor denomina un “liderazgo ausente”. “En los últimos veinte años, Jonás Ataucusi ha sido apenas un acto de fe para casi todos los fieles israelitas. Según fuentes cercanas al Frepap, la mayoría de miembros de la agrupación no puede acreditar haberlo visto en décadas”, relata Benza (web de El Comercio, 6/2/2020).
Así las cosas, la aparente consolidación de una alianza para liderar el Congreso entre Acción Popular, Alianza para el Progreso, Somos Perú y el Partido Morado (revelada esta semana por Martin Hidalgo, El Comercio, 5/2/2020) puede resultar un alivio y hasta el anuncio de una convivencia que, sin estar exenta de choques, brinde a Vizcarra una paz de la que no ha gozado en todo su gobierno.
Con la culminación del trance electoral, se abre espacio para la esperanza y la incertidumbre, y Vizcarra se apresta a cerrar su gobierno. Con el riesgo de abrir flancos al desatino o la impertinencia (José Luna en Palacio, por ejemplo), busca forjar una coalición que le dé algo de sustento a su último tramo. Coalición con la que tendrá que negociar cada paso que dé: al final de cuentas, siendo amigable, no es propia. Con Fuerza Popular en ánimo dialogante, ya no hay un enemigo a quien culpar, sino un desafío que requerirá paciencia y cabeza fría.