Papá Noel y sus renos, el pavo y el panetón, y los regalos al pie de un falso pino son algunas de las expresiones consumistas que distraen a varios creyentes del significado espiritual que, para quienes tienen fe, deberían tener estas fechas. Criticando la ausencia de espiritualidad durante esta época, el papa Francisco escribió el pasado lunes que “la Navidad suele ser una fiesta ruidosa: nos vendría bien estar un poco en silencio, para oír la voz del amor”. En este Diario no podríamos estar más de acuerdo.
Ahora, no faltan quien intenta aprovechar estas ciertas y oportunas reflexiones espirituales para distorsionarlas y transformarlas en discursos políticos. Personas que quieren convencernos de que el consumo en general (y en cualquier época) es frívolo, de que él nos ha transformado en una sociedad egoísta y despilfarradora, y de que todo tiempo pasado fue mejor.
Pues bien, valdría por eso resaltar que el consumo no es algo frívolo en sí mismo. Consumir es sinónimo de satisfacer necesidades. El consumo genera empleos que alimentan familias. Detrás de la producción de los bienes que se consumen hay innumerable historias de emprendedores que toman riesgos para crear lo que sus semejantes demandan. Y también incontables historias de trabajadores que se esfuerzan para ganar el sueldo del que dependen ellos y sus seres queridos. Visto así, el consumo no resulta algo frívolo como muchos nos quieren hacer creer.
El consumo de hogares, de hecho, es una de las principales razones por las que el Perú de hoy es más próspero que el de hace unas décadas. Él es el principal motor del crecimiento del país, habiendo sido responsable de casi el 60% del PBI el 2012. Él, en buena cuenta, viene permitiendo la formación de una pujante clase media que cada vez tiene más oportunidades y que progresivamente nos aleja del subdesarrollo.
Por supuesto, esto no es una celebración del consumo desordenado o de un materialismo que deja de lado lo humano y lo espiritual. Simplemente queremos resaltar que, en general, las sociedades que consumen más también son aquellas cuyos ciudadanos enfrentan menos carencias. Congo, Zambia, Nigeria o Malaui, por ejemplo, se encuentran entre los lugares del mundo donde existe menos consumo, pero difícilmente alguien los podría considerar un modelo de desarrollo. Tanto así que la enorme mayoría de personas que critican a los países de mercados abiertos y desarrollados eligen vivir en estas últimas naciones (y consumir sus productos y servicios) antes que en los mencionados países africanos.
De hecho, ni siquiera hay que llegar a África para probar que la reducción del consumo es algo indeseable. El artículo de Tobías Buck que publicamos hoy muestra la triste realidad de España, cuyas ventas minoristas aún son 25% menores al porcentaje de hace cinco años, antes de la crisis. La época navideña llegó, pero las calles y tiendas españolas siguieron vacías. Y muchos expertos indican que si el consumo no se recupera, será imposible salir de la situación actual, en la que más del 25% de la fuerza laboral está desempleada y los salarios siguen cayendo en términos reales.
Por otro lado, a diferencia de lo que muchos creen, no existe una contraposición entre ser una sociedad que consume mucho y una sociedad solidaria. Estados Unidos, por ejemplo, es probablemente el país más consumista del mundo, pero a la vez es una de las naciones donde existe más generosidad por parte de particulares. Según el último informe Giving USA de la Universidad de Indiana, durante el 2012 las donaciones provenientes de caridad privada en ese país alcanzaron la impresionante cifra de más de US$316 mil millones (proviniendo el 72% de esa suma de personas naturales).
Por todo esto, descalificar a una sociedad tachándola de “consumista” suele ser demagógico. El consumo no es malo en sí mismo y, más bien, puede traer mucho bienestar a la sociedad. Por esto, en esta fecha, deseamos que cada peruano pueda, dentro de su corazón, rescatar el mensaje de amor que trae la Navidad, aquel que se ha venido diluyendo en los últimos tiempos. Pero, a la vez, pedimos por que en el Perú sea posible tener cada vez más consumo.