Nos encaminamos a ser un país igual. A repetirnos. Si la elección es una oportunidad para producir aquel cambio –término más usado en toda elección– que muchos desean, todo parece indicar que no es en el sentido que se requiere.
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Mirar solo el árbol impide ver la amplitud y naturaleza del bosque. 11,3% es la bajísima cúspide de la intención de voto, según la encuesta del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) que, con poco porcentaje, permite a Yonhy Lescano, ese candidato “atrapatodo”, encabezar la dispersa preferencia, nunca antes vista a seis semanas de una elección. Esto es el producto también de un país cansado, irritado y desconfiado de la política, de los políticos y de las elecciones. Lescano, es así, cabeza de ratón. Pero, cabeza al menos, de una larga lista de empequeñecidos 17 candidatos presidenciales. Eso le basta para tener la mayor probabilidad de pasar a la segunda vuelta, donde, en las simulaciones, le ganaría al resto de competidores. Es decir, con poco, podría ganar mucho.
Si fuera una maratón, la foto que se forma por esa dispersión sería un amontonamiento de competidores, donde se dificulta observar la diferencia entre George Forsyth –que pierde en cada metro o mes de encuesta–, Verónika Mendoza, Keiko Fujimori y Rafael López Aliaga, que atropella, tanto porque incrementa su porcentaje, como por sus amenazas. Mirando un tramo de cuatro meses, Lescano y López Aliaga tienen las mayores posibilidades de pasar a la segunda vuelta. Pero, por la misma dispersión, ganar o perder pocos porcentajes puede alterar todo, con mayor razón si se llega a excluir a algunos candidatos, como sucedió en el 2016.
Pero hay algunos que quedan atrás porque han caído y difícil levanten (Julio Guzmán, César Acuña), están estancados (Hernando de Soto), los que no pudieron superar sus problemas o limitaciones (Marco Arana, Daniel Salaverry, Alberto Beingolea) o porque, en los últimos tiempos, no hay una segunda oportunidad para quien fue presidente (Ollanta Humala).
Pero para gobernar se necesita –la experiencia de los últimos años lo demuestra– tener al menos una bancada parlamentaria importante. Allí mejor posicionado está Lescano, pues Acción Popular aparece, sin haberle afectado el factor Merino, como la de mayor intención de voto. Candidato y partido se refuerzan. Igual sucede con Fuerza Popular. No es el caso de George Forsyth-Victoria Nacional, Verónika Mendoza-Juntos por el Perú y Rafael López Aliaga-Renovación Popular. Sus partidos, hasta ahora, no superarían el umbral de representación. Su reto es ahora relacionar candidato y partido. En cambio, el Partido Morado y Somos Perú (aquí el factor Vizcarra es la locomotora) superan largamente la intención de voto de sus candidatos presidenciales. No son impulsores, sino freno en la captación de votos.
A seis semanas de las elecciones, solo queda escrutar candidaturas no solo presidenciales, sino también esa caja de sorpresas que son las listas parlamentarias. Finalmente, es lo que hay.