La complicada situación del presidente de la República, Martín Vizcarra —con apuros judiciales que seguramente hacen extrañar en el entorno palaciego al rocambolesco Caso Swing—, se da en una situación de acelerado deterioro institucional y político. Muchos y variados poderes entran en contienda, a solo seis meses de la esperada quinta renovación democrática del liderazgo político.
Como si el desafío no fuera ya del todo complejo, se agrega el hecho de que los del 2021 serán los primeros comicios desde 1990 que se dan teniendo como telón de fondo una grave crisis económica. A finales de los años ochenta del siglo XX, el ajuste (severo o gradual) era un sentido común en lo político. El consenso actual, en cambio, parece inclinarse —preocupantemente— por propuestas que podrían poner en riesgo los pilares de la solidez macroeconómica.
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Las recurrentes apariciones mediáticas de Vizcarra (4 en un lapso de solo 15 días) no han terminado de despejar dudas sobre el accionar del mandatario en su gestión como gobernador regional. Despojado de las inmunidades presidenciales —y si se prolongan las indiscriminadas medidas judiciales que han sufrido líderes políticos en el pasado reciente—, el Vizcarra ciudadano enfrentaría en julio del 2021 por lo menos algunas restricciones.
La sola oportunidad de las denuncias hace evidente que detrás hay intereses. Si no, ¿por qué casos añejos se revelan ahora cuando Vizcarra cuenta con poquísimos recursos de defensa —sin bancada, sin recursos constitucionales a su disposición, con una gestión errática de la pandemia encima y círculo de colaboradores más cercanos derruido— y no en momentos en que una opinión pública frenética aplaudía los arrebatos plebiscitarios del mandatario? Sin duda, se ha identificado el actual como el momento de mayor vulnerabilidad presidencial.
Pero difícil que haya un cargamontón concertado. Es muy improbable que la fiscalía (que ha mostrado sus propias fisuras), el fragmentado e inexperto Congreso (donde la mayor bancada —Acción Popular— muestra hasta tres subgrupos e individualidades a veces contrapuestas) y los medios de comunicación (que compiten descarnadamente por primicias y destapes) se pongan de acuerdo en menoscabar la posición del aún popular mandatario.
Los tres escenarios que plantea Ricardo Uceda (la vacancia, la renuncia o el “gabinete con premier opositor”, La República, 21/10/2020) parecen, efectivamente, los desenlaces posibles. Todos enfrentan la necesidad de actores políticos maduros y responsables, que no abundan en el actual contexto, pleno de precariedades y motivaciones ajenas al interés ciudadano.
Con tantos intereses menudos en contienda y pocos actores políticos de peso, la única certeza de la actual coyuntura termina siendo la incertidumbre que plantea el desenlace que pueda darse. Cualquier escenario que se concrete estará preñado de dilemas. Lo único no negociable es la fecha de los ya convocados comicios generales: inusual momento en que la intransigencia será una virtud.