Contra lo que pueda hacer creer el aún sólido respaldo que ostenta el presidente Martín Vizcarra en la evaluación popular (53% según El Comercio-Ipsos), el gobierno experimenta serios signos de desgaste.
Vizcarra es el presidente más popular desde el año 2001. Pero el declive no es poca cosa: se asemeja a la decepción que empezaba a mostrarse en sus primeros meses de mandato, antes de que revirtiera esta tendencia con el mensaje a la nación de julio del 2018.
El accidentado y poco refrescante cambio ministerial ha significado la consolidación de la séptima baja en el Gabinete desde octubre pasado. A un ritmo promedio de una baja cada veinte días (Martín Hidalgo, El Comercio, 14/2/2020), los cambios tienen peor efecto si son seguidos de incorporaciones que oxigenan poco y, por el contrario, dan sensación de aislamiento. Entre la promoción de funcionarios que ya colaboran con el Ejecutivo y el reclutamiento de personas con evidentes pasivos, el balance no es alentador.
Por lo demás, el cambio ha dejado en muy mal pie al primer ministro del interregno, Vicente Zeballos. La penosa presentación radial de la mañana del viernes brindó una clara postal de la falta de sensibilidad que parece imperar en la PCM. “Veníamos evaluando cómo reforzar las líneas de carácter político del Gobierno ante el nuevo Parlamento, el nuevo escenario político. Tenemos el legítimo derecho de acudir a una recomposición. El ingreso y el retiro de un ministro es una decisión política”, dijo Zeballos al negar que la salida de cuatro ministros tenga alguna relación con el Caso Odebrecht (RPP, 14/2/2020). En el mejor de los casos, Zeballos es impreciso: al menos dos renuncias (las de Liu y Revilla) estuvieron marcadas por el incómodo frente que plantea la relación con la empresa brasileña.
El deterioro de la posición de Zeballos no es poca cosa. El también excongresista empezó a colaborar con Vizcarra en julio del 2018, tras la salida de Salvador Heresi del Ministerio de Justicia. Desde dicha cartera, tuvo un rol importante en los intentos de reforma judicial y política que empujó Vizcarra. Se hizo cargo de la PCM en la accidentada tarde del 30 de setiembre, una juramentación que tuvo ribetes de clandestinidad. Recién el 4 de octubre pudo completar un opaco Gabinete.
Al frente de la PCM, ha tenido que tapar las sucesivas bajas que ha experimentado su Gabinete, sin presión del disuelto Parlamento. Tras el denunciado obstruccionismo, el autosabotaje se abrió paso.
Su evidente desgaste debería abrir espacio para un recambio. Pero, por contradictorio que pueda sonar, parece estable: Vizcarra, un presidente desconfiado según quienes han escrito sobre él, opta por un círculo pequeño en el que Zeballos tiene un sitial importante.
A casi dos años de haber iniciado su mandato, quizás es hora de revisar esa aparente obsesión por mantener a tope el único capital político del que parece disponer Vizcarra: la popularidad. Además de resultados, hace falta evitar abrirse flancos. Y Zeballos parece ser de poca ayuda.