Hace medio siglo el politólogo Samuel Huntington distinguía a los regímenes totalitarios comunistas y las democracias liberales de Occidente de países “cuya comunidad política está dividida en fragmentos enfrentados y las instituciones políticas tienen poco poder, menos grandeza y ninguna elasticidad. Y donde, en muchos casos, el gobierno no gobierna”.
Si nada extraordinario ocurre, quien jure el cargo el 28 de julio se convertirá en el quinto presidente (o presidenta) del país en menos de cuatro años, en una espiral de inestabilidad que se vio acelerada por el descrédito de la clase política y por el devastador impacto de la pandemia, y llega a este domingo en busca de un nuevo comienzo.
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Sin embargo, lejos de ser un respiro, la elección abrirá un nuevo escenario de inestabilidad. Ninguno cuenta con mayoría en el Congreso, y el precario equilibrio que ha venido sosteniendo al régimen democrático pende de un hilo.
Un triunfo de Pedro Castillo, por un lado, lo enfrentaría a un Congreso dominado por bancadas inclinadas a defender la continuidad de la Constitución de 1993 y el modelo económico liberal que consagró. Su promesa (y de Cerrón) de forzar una convocatoria de una asamblea constituyente requiere “exacerbar las contradicciones” en el Parlamento y sacrificar a sus 37 congresistas elegidos en la primera vuelta para allanar el camino constituyente.
La bancada de Perú Libre (más los 5 congresistas de Juntos por el Perú) sería incapaz de detener una moción de vacancia presidencial, que requiere de 87 votos de 130 en total para ser aprobada sin mayor debate, dada la renuencia del Tribunal Constitucional a normar su contenido y alcance.
El uso de armas nucleares en el quinquenio que todavía no acaba dio lugar a dos vacancias presidenciales y un cierre del Congreso. Es un milagro que la democracia sobreviviera, pero el riesgo es que se ha normalizado un juego duro al filo de la ley.
De ganar Keiko Fujimori, por otro lado, podrá contar con una distribución de fuerzas más favorable en el Congreso, donde además de sus 24 congresistas debería contar con el apoyo de las bancadas de Renovación Popular, Avanza País, Alianza para el Progreso y alguna facción de Acción Popular, y con ello estar muy cerca de o alcanzar una mayoría simple.
La campaña en segunda vuelta del fujimorismo ha logrado atraer a diversas personalidades de derecha, incluyendo de manera notable al premio Nobel Mario Vargas Llosa. A pesar de ello, su poder de convocatoria se ha limitado a figuras muy conservadoras de estrecha base que recuerdan a muchos el efímero gobierno de Manuel Merino.
La legitimidad de un gobierno fujimorista, atrapado en la contradicción de representar un cambio moderado con la continuidad del modelo, puede colisionar con las expectativas de una ciudadanía que de manera abrumadora espera cambios al modelo actual.
Además, en el último año han aparecido grietas en el consenso tecnocrático, desde un Congreso populista que se dedicó a desafiarlo hasta protestas y cierres de carreteras en Ica y Piura, dos regiones que son el epicentro de la revolución agroexportadora símbolo del modelo.
Es cierto que el Perú no tuvo en los últimos años grandes revueltas como nuestros vecinos, pero las que tuvimos fueron suficientes para derrocar un gobierno y derogar una ley crucial para el sector agroexportador. Y en un gobierno de Keiko Fujimori se podría repetir lo que vive hoy la Colombia de Duque, por ejemplo, o lo que vive Chile desde el 2019.