Terrible disyuntiva la que políticamente ha abierto el presidente Ollanta Humala entre los peruanos:
Combatir la corrupción, caiga quien caiga, como el propio Humala prometió en sus dos campañas electorales (2006 y 2011), o no tocar para nada a la primera dama Nadine Heredia, porque tocarla podría afectar su honorabilidad, así haya contra ella sospechas por esclarecer y evidencias por investigar.
Procuradores, fiscales, jueces y periodistas deben dejar de hacer lo que tienen que hacer por el saneamiento moral y fiscal del país, o correr el riesgo de ser acusados de desestabilizar al gobierno, así cumplan su deber de acusar, investigar, juzgar o simplemente buscar la verdad e informar.
Los peruanos hemos elegido al presidente Humala como gobernante, jefe del Estado y encarnación de la nación. Resulta que la señora Heredia, de tanto compartir el poder con su esposo, se siente también gobernante, jefe del Estado y encarnación de la nación. Y, por consiguiente, codueña de la inmunidad presidencial.
Humala se equivoca al pretender extender la inmunidad presidencial a su esposa. De ahí que Nadine Heredia, ni corta ni perezosa, asume esa inmunidad presidencial como impunidad: su arma nada secreta para liberarse de todas las indagaciones fiscales y parlamentarias. Una demostración de intocabilidad que ya quisiera exhibir el mismísimo Humala.
Siendo lo anterior un lugar casi común, la novedad de la última semana es que la lógica y la serenidad parecen haber dejado de existir para el presidente Humala.
La antilógica y la intolerancia predominan ahora en sus discursos y declaraciones.
Humala sostiene, por ejemplo, a voz en cuello, que sus críticas generalizadas expresadas contra la prensa peruana en Madrid no fueron críticas a los medios, sino a los actores.
¿Quiénes son esos actores? Sin duda empresarios y periodistas que juntos hacemos o configuramos lo que se da en llamar la prensa.
¿A razón de qué entonces el presidente identifica como algo distinto el mismo objeto de sus críticas: la prensa? Deja además flotando el absurdo de que unas veces la prensa es la prensa y otras veces la prensa son sus actores.
El primer ministro Pedro Cateriano, todo un demócrata y liberal, no anda tan lejos de la misma antilógica y la misma intolerancia cuando afirma que la prensa es importante para la democracia, para luego avalar, cien por ciento, la declaración de Humala en Madrid, en el sentido de que la prensa peruana desestabiliza al gobierno.
El empresariado español debe haber quedado estupefacto al sentirse invitado por Humala a invertir, con el argumento de que no hay peor cosa en el Perú que el ruido social y la inestabilidad política, con una prensa, en medio, absolutamente tendenciosa y destructiva.
La búsqueda de la verdad respecto a las cuentas de la señora Heredia representa pues para el presidente un mecanismo de maldad de la prensa, la fiscalía y el Congreso; y el descarado ocultamiento de esas mismas cuentas supone, para la familia Humala Heredia, una virtud y un derecho político autoritario para imponer su silencio sobre toda investigación.
MÁS DE NADINE HEREDIA...
“Que nadie toque a la reina”, lee la columna de Cecilia Valenzuela ► http://t.co/noPQeIA0iB pic.twitter.com/s8kDcWqQ84— Política El Comercio (@Politica_ECpe) julio 8, 2015