En medio de un temor por el rebrote de la letal pandemia del coronavirus, los partidos inscriben mañana a sus candidatos de cara a las elecciones del 2021. Parece curioso que presentándose una oportunidad para cambiar las cosas, la apatía, el desinterés y la desconfianza sean los sentimientos más presentes en la ciudadanía. Lo es porque, si bien la gente es capaz de movilizarse y echar a un gobierno ilegítimo, no tiene el mismo entusiasmo por crear uno nuevo. La razón puede deberse a que existe de base ya una desafección de la política que lleva décadas, sostenida por gobiernos y congresos fracasados. Sobre esa base, la oferta que se le está presentando es amplia, pero a la vez poco atractiva. En todo caso, todo parece indicar que recién a inicios del próximo año se iniciará la campaña electoral.
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Atenta contra cualquier interés la dificultad de ubicar las propuestas claves, pues se presentan 23 candidatos presidenciales (Frepap no presenta candidatura presidencial). Nunca en la historia se ha presentado un número igual. Esto responde, en parte, a que si un partido no presenta candidaturas, pierde la inscripción. Esa necesidad obliga a todas las organizaciones a la búsqueda de candidatos. El tener un partido es importante, pero no tanto como antes. En las últimas elecciones se ha demostrado que se puede ganar una elección sin tener un partido, aun cuando es más difícil gobernar.
Hay un grupo que presenta a sus líderes más reconocidos: Acción Popular, Fuerza Popular, Partido Morado, Alianza para el Progreso, Podemos Perú, Frente Amplio, Partido Nacionalista y el PPC. Pero si su líder, jefe o dueño no es competitivo, encontrará siempre alguno fuera de las fronteras partidarias: Victoria Nacional, Juntos por el Perú, Avanza País, Todos por el Perú, Contigo, Somos Perú, Perú Libre, Perú Patria Segura. Estos encontrarán varias personas que quieren ser presidentes, pero que carecen de partidos inscritos. Es el encuentro del hambre y la necesidad. Finalmente, algunos partidos no encontrarán candidatos e irán, con los suyos, directo al cadalso para desaparecer: Frente de la Esperanza, Perú Nación, Democracia Directa, Renacimiento Unido Nacional.
De las 23 candidaturas presidenciales tan solo tres corresponden a mujeres: Keiko Fujimori por Fuerza Popular, Verónika Mendoza por Juntos por el Perú y Nidia Vílchez por el Apra e incluso las tres llevan, además, una vicepresidenta. En las otras veinte planchas colocan como candidata una vicepresidenta, quizá por que la ley los obliga a presentar. Habría que ver cuántas mujeres encabezan las listas en las 26 circunscripciones. En todo caso, los partidos han tenido que esforzarse en incluir mujeres, lo que es bueno. El voto preferencial, sin embargo, hará que el próximo Parlamento, no sea paritario como algunos esperan.
Pero las planchas presidenciales, un peruanismo electoral, no expresan una idea o propuesta común de un partido político. Hace tiempo que esta pequeña lista estaba compuesta por personas que justamente garantizaban la continuidad de la propuesta partidaria. Por el contrario, la composición actual está pensada en ofrecer un trío donde los vicepresidentes agregan, cubren o complementan las debilidades o falencias del candidato presidencial. Están pensadas para ganar una elección, no para gobernar. El ejemplo más cercano ha sido el de Pedro Pablo Kuczynski, Martín Vizcarra y Mercedes Araoz. Complemento y cohesión en la campaña, distancia y contradicción en el poder. Por eso las listas están listas para competir, pero la duda es si lo están para gobernar.