Imagine que tiene 16 años. Es de Pucallpa, acaba de terminar el colegio y está tratando de decidir qué hacer con su vida. Mira a su alrededor, a los dos centros comerciales de la ciudad y a los edificios y hoteles que, contados con los dedos de la mano, son las únicas muestras de modernidad. Toma conciencia de lo limitadas que son sus oportunidades. Trata sin embargo de evaluar opciones. Vuelve a mirar a su alrededor y se pregunta por qué no dedicarse simplemente a aquello que es fuente de ingresos y estabilidad para su entorno, familiares y amigos. ¿Cuál es la probabilidad de que logre evitar ser parte activa de alguna de las economías ilegales que dominan la región?
Tendríamos que responderle que, lamentablemente, casi ninguna. Pues bastan unos pocos días en la ciudad para percatarse del rol predominante que han alcanzado la tala ilegal, la minería ilegal y el narcotráfico en la dinámica económica, social y política de la ciudad. Y basta solo un poco más de tiempo para reconocer la íntima relación que existe entre esta realidad y el hecho de que el Estado haya renunciado por completo a asumir funciones básicas. Y no nos referimos únicamente a agua, salud, educación, seguridad e infraestructura, ámbitos donde se suele poner el énfasis de solución bajo el supuesto de que el mercado se encargará de todo lo demás. Nos referimos también a la ausencia de instituciones que le faciliten la vida a Nilton Ayra, quien lleva dos años tratando de desarrollar una máquina de torneo computarizada para homogeneizar la calidad de las piezas trabajadas por los carpinteros de la región, pero que cada vez que se le presenta un problema en su desarrollo, tiene que viajar hasta Arequipa para que algún ingeniero electrónico lo ayude a resolverlo. A instituciones que creen las condiciones mínimas de habitabilidad para que el proceso de diversificación productiva pueda estar sostenido por un conjunto de profesionales que deciden asentarse en Pucallpa. Porque piénselo por un momento, ¿a cuántas ciudades del Perú estaría usted dispuesto a mudarse solo o con su familia para desarrollarse profesionalmente?
Durante el 2015 tuve la oportunidad de viajar por diez regiones del país y encontrarme con la misma realidad en cada una de ellas. Si tuviese que simplificar en una frase el origen de nuestros principales problemas, recurriría nuevamente a una de Daron Acemoglu, el autor de “Por qué fallan las naciones”: Un Estado pequeño y débil puede ser tan malo como uno grande. Y en el Perú, enfrascados irresponsablemente en absurdos debates ideológicos, nos hemos dado el lujo, y durante cuatro décadas, de asumir como válidos ambos modelos en diferentes momentos.
Si una tarea resulta indispensable en el próximo quinquenio es que el Estado recupere el gobierno del territorio nacional, lo cual implica ir mucho más allá de lo que se ha avanzado en esta gestión y mucho más allá de lo que están proponiendo tres de los principales candidatos a la presidencia. Para hacerlo, se tendrían que romper muchos paradigmas y muchas resistencias ideológicas. Se tendría que romper con los esquemas centralistas desde donde miramos, analizamos y pretendemos “incluir” al resto del país. Habría que aceptar que allí donde solo vemos problemas, ahí mismo se encuentran también las soluciones.
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