La congresista Marisol Espinoza, la única vicepresidenta que le queda a Ollanta Humala, es el más reciente jale de César Acuña.
¿Cómo así Espinoza se convirtió en una figura política con peso propio al punto de ser voceada para integrar más de una plancha presidencial? Veamos.
Ella es periodista y recientemente graduada como abogada por la Universidad de San Martín de Porres. Acompañó a Humala en la elección del 2006 y fue elegida parlamentaria por Piura. Fue acusada de haber azuzado a indígenas antes del denominado ‘baguazo’. Se opuso a los TLC con Estados Unidos y Chile y, en general, se dedicó a difundir y defender las posturas, en ese entonces radicales, de Ollanta Humala.
Su defensa del actual presidente le valió no solo una postulación a la reelección como congresista, sino también su inclusión en la plancha presidencial que acompañó a Humala en el 2011 (primera vicepresidenta).
Su paso por este gobierno está lleno de baches. El nacionalismo nunca respaldó orgánicamente sus intenciones de ser presidenta del Congreso (en el 2013 y el 2014), distanciándose poco a poco de la bancada, del presidente y de su esposa y lideresa del Partido Nacionalista, Nadine Heredia. A inicios del año pasado, una denuncia periodística reveló que la vicepresidenta había sido víctima de reglaje por parte de agentes de la DINI. Finalmente, en octubre del año pasado, renunció tanto al Partido Nacionalista como a la bancada congresal.
Luego de esta descripción general, reformulo la pregunta: ¿Qué ha hecho Marisol Espinoza para ser uno de los grandes jales de la temporada electoral? ¿Acaso se le conoce alguna propuesta importante en materia legislativa? ¿Ha encabezado algún proyecto de reforma política? ¿Ha sido la cara de alguna comisión parlamentaria con un rol relevante en los últimos cuatro años?
Nada de eso. En mi opinión, Espinoza fue una congresista más. Ella se vio beneficiada (políticamente) por las circunstancias. Que su propio partido no la haya apoyado para llegar a la presidencia del Congreso es un acto que puede ser analizado (y si se quiere, criticado) desde distintos ángulos. Fuera de eso, en la práctica, lo que el hecho genera es que Espinoza pueda presentarse frente a la opinión pública como una víctima. No la dejaron presidir la mesa directiva pese a que ella siempre fue leal a los Humala. Si a esto le añadimos el reglaje por parte de la DINI (más allá de lo criticable y de la ilegalidad del hecho), entonces Marisol Espinoza puede ser vista como la víctima de un gobierno deslucido.
Su astucia política la llevó a resistir los desaires y golpes, por un tiempo, sin entrar a una postura confrontacional con el nacionalismo. La solemnidad de un puesto como el de vicepresidente le da el argumento perfecto para asumir una posición estoica. Ser víctima pero quedarse en el partido hasta (casi) el final porque el cargo así lo amerita.
Sin embargo, ante la cercanía de las elecciones, llegaba el momento de cambiar de camiseta y cosechar la posición ganada en el espectro político.
Ciertamente, es válido que la señora Espinoza pretenda seguir en la política y que postule a un cargo.
¿A qué equipo sumarse, dónde recalar? Pues en el movimiento que le dé mejores chances de ser reelegida. La ideología atrás de APP es un misterio. Tan incierta como la ideología atrás de la propia Marisol Espinoza. Ese era el lugar.
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Marisol Espinoza se suma al equipo de @CesarAcunaP: “Estamos preparados para gobernar” ► https://t.co/BUWc7ne8O5 pic.twitter.com/p75Xk3OrWf— Política El Comercio (@Politica_ECpe) enero 6, 2016