A casi dos meses de asumir el cargo de presidente, va quedando más claro el perfil y estilo de gobierno que Martín Vizcarra ha elegido con miras al 2021.
El mandatario continúa proyectando la imagen de un hombre sencillo, bien intencionado y optimista. En esa línea, lo hemos visto ofrecer su apoyo a Paolo Guerrero. También criticar con dureza la violencia contra la mujer, defender la equidad de género y pedir para los violadores de menores castigos ejemplares. Siempre identificado con causas con las que pocos podrían discrepar, detecta el clamor popular y se suma sin vacilación. Puede ser una foto con el capitán de la selección en Palacio de Gobierno, a través de un tuit, una espontánea declaración a los reporteros que cubren sus actividades o en medio de la ceremonia de condecoración a un grupo de peruanas destacadas.
Dicho esto, el presidente prefiere evitar confrontaciones. Sin derrochar locuacidad recurre a la frase perfecta para quedar bien con todas las tribunas. El ingeniero limeño, honrado y preocupado por empoderar a los peruanos olvidados por Lima. Jamás lo veremos haciendo ejercicio en el Club El Golf. Eso era frivolidad. Por el contrario, quizás exhibiría orgulloso una pancita chelera después de compartir mesa con las autoridades locales, en cualquier rincón del país.
No importa si se sirve pachamanca, chupe, solterito o tacacho con cecina. Hay que mezclarse con la gente del pueblo. Como Fujimori. Como Humala. Lo tiene claro. Pero, ojo, tampoco se vale hacer la del muertito cuando las papas queman. Podemos salir chamuscados. Y es que, con algunos puntos menos de popularidad especialmente en el interior del país, pese al récord de haber visitado 11 de 24 regiones en el tiempo transcurrido, Vizcarra debe estar preparado para encarar el final de la luna de miel.
Es evidente que los temas peliagudos se los ha dejado al jefe del Gabinete. Y en esto no descartemos que haya sido el propio César Villanueva quien haya negociado así las cosas. Porque eso de que no es un conspirador y que aquí no hay alianzas no se lo cree nadie, así lo niegue hasta la indigestión.
La inadmitida enmendada de plana que le ha propinado al ministro de Economía por la reducción en el límite de siete UIT para los contribuyentes hasta ahora inafectos al Impuesto a la Renta no es poca cosa. Sobre todo cuando el Ejecutivo todavía no consigue las ansiadas facultades para legislar en materia económica.
Al margen de lo opinable o discutible de la medida, el presidente del Consejo de Ministros no puede salir a decir que no lo ha corregido sino que todo ha sido producto de un problema de coordinación. ¿Tan poca importancia le prestó a un tema absolutamente sensible en tiempos de déficit fiscal y temores sobre la estabilidad económica? Villanueva admite que no estaba enterado al detalle de lo que diría Tuesta. Eso es imperdonable. También que sea la única voz con protagonismo en el Gabinete. Apostemos. ¿Cuántos nos sabemos los nombres de los “nuevos” ministros?
Ni Vizcarra puede abdicar cómodamente a ejercer el gobierno, ni Villanueva puede coparlo ni alinear decisiones de Estado a cláusulas de los contratos que a todas luces ha suscrito.
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