Sergio Tejada tuvo un ‘crash course’ en esgrima política. De esos que no se calculan, pues ocurren de improviso. Tras el triunfo de Ollanta Humala en el 2011, había una dramática expectativa por ver a Javier Diez Canseco, el gran fiscalizador de la izquierda, investigando la gestión de su bestia negra, Alan García. Pero Humala tenía asesores como Luis Favre que le aconsejaron preocuparse de la gobernabilidad y no comerse ese pleito histórico y ajeno.
Tejada cuenta algo más: “Nunca conversé con Ollanta sobre Javier hasta ese episodio que cuento en el libro en el que Daniel Abugattás le dice: ‘Tiene que ser Sergio’. Ya se había decidido que no fuera Javier, pero Ollanta tampoco quería que el oficialismo presidiera la comisión. Daniel insistió y lo convenció con el argumento de que, si no lo hacíamos, la opinión pública iba a pensar que había un pacto”.
Tejada tuvo más de una oportunidad de renunciar a la bancada, como lo hizo la mayoría del ala izquierda de la que él era parte. Se quedó porque no quería perderse la megacomisión. Había llegado el momento en que las presiones ya no lo desconcertaban, sino que eran, según me dice, ‘pistas’ para orientar la investigación. Hay una, insólita, que cuenta en el libro (pág. 56) y le pido que repita: “Me citó Marisol Espinoza, que además era vicepresidenta, a su despacho. Me sorprendió porque yo no tenía una relación estrecha con ella. Y sin preámbulo, dijo: ‘Necesito que dejes sin efecto la citación a [José Antonio] Chang’. Me dijo que ella estudiaba una maestría en la USMP, cuyo rector era Chang. Agregó que Chang era su amigo”.
La anécdota no quedó ahí. Sergio cuenta que se lo contó a una amiga nacionalista que a su vez se lo contó a Humala. En una reunión con testigos, según continúa el relato de Tejada, Humala le dijo a Espinoza: “Espero que no estés becada en esa universidad. Paga tus estudios”.
—No habrá otra —
¿Cómo llegó Tejada a la megacomisión? En el libro y en nuestra conversación, hace su apretada autobiografía: nació en Lima en 1980. Su padre, David Tejada Pardo, fue viceministro de Salud de Fujimori. Se mudó con la familia a México y luego a Bolivia. Sergio acabó el colegio en La Paz como presidente de la promoción. Volvió a Lima a estudiar Sociología en la PUCP. Con su padre y amigos de este, armaron un grupo de izquierda, el Partido Socialista Democracia Total. En el 2005, se integraron al Partido Nacionalista.
Volvamos a la megacomisión. Una vez que Tejada tuvo el equipo armado, se dividieron grandes áreas donde se presumía, por denuncias e investigaciones periodísticas, que había corrupción. Esto iba más allá de García, le digo. Aquí leo sobre patrones de un sistema de corrupción que lo precede y que luego vemos con el Lava Jato, como cambios normativos para facilitar una obra, estudios imprecisos que luego provocan adendas y arbitrajes.
Tejada responde: “Nos faltó buscar un modus operandi que funcionaba más allá de un gobierno. Intento hacer algo en el libro. Por eso arranco con los decretos de urgencia. La corrupción no era necesariamente ir contra la ley, sino cambiar la ley para poder hacer arreglos bajo la mesa”.
El funcionario proactivo y bienintencionado te dirá que es la única manera de hacer obra rápida en el Perú. “Es cierto que el país tiene que resolver esto. Es muy difícil sacar adelante las obras públicas y hay una cultura de la sospecha que paraliza funcionarios. Pero también encuentras asuntos descarados como un decreto de urgencia para hacer infraestructura educativa y con una fe de errata incluyen al Estadio Nacional”.
El libro resume lo investigado en el caso de los colegios emblemáticos, el programa Agua para Todos, el aeropuerto de Collique y las interferencias en el caso de los ‘petroaudios’. En todos ellos, la presunta corrupción significó grandísimas pérdidas y, como ya vimos, se terminó de instalar un sistema de corrupción que siguió haciendo estropicios en el mismo gobierno de Humala, el líder de Tejada.
Sin embargo, no fueron esos temas los que más impactaron a la opinión pública. Fue uno que movió menos dinero y sobrevaloraciones: los ‘narcoindultos’, que indignaron más porque pintaban a funcionarios librando y conmutando penas a cacos y narcos, en un país en el que las encuestas señalaban a la inseguridad como el principal temor ciudadano.
García y el Apra acusaron el golpe y replicaron con una sofisticada batería judicial. Sergio relata cómo hubo una extraña sentencia del TC, la llamada ‘Tineo Cabrera’, que ni siquiera era favorable al demandante, pero, extrañamente, abundaba en precisiones que sentaron jurisprudencia sobre el debido proceso en las comisiones investigadoras. Esos argumentos fueron esgrimidos por la defensa de García y de Luis Nava para, más adelante, alegar que la megacomisión no había respetado el debido proceso, y anular todas sus declaraciones.
Judicialización de la política aparte, el caso de los ‘narcoindultos’ irritó tremendamente al aprismo y a su líder. Sergio me dice que “hasta sus últimos días García tuvo la convicción de que esto fue un ataque político”. También lo fue, ¿no? “Fue algo político, pero la investigación fue independiente y Ollanta y Nadine no se metían”. No debían y no tenían por qué hacerlo, pues el equipo de Tejada había disparado a la línea de flotación de García con sus propias armas.
El 3 de abril del 2013, en el que acudió a una de las tres citaciones que tuvo de la megacomisión, improvisó una conferencia de prensa a su salida de la sesión y soltó su más filudo ataque verbal contra el humalismo. Esa vez acuñó un concepto que quedó para la historia y para el escarnio de Ollanta y Nadine, ‘la reelección conyugal’. Si hubo un día en que el duelo entre García y los Humala llegó al rojo vivo, fue ese.
En realidad, el móvil político de la comisión se estrelló contra los amparos de García. El expresidente y sus correligionarios no solo dieron dura batalla legal y política; sino que se apresuraron en hacer una lectura amable de la ambigua conclusión de un informe de la megacomisión sobre enriquecimiento ilícito de García. Repitieron con insistencia que no se encontró ilicitud, pero Tejada prefiere hacer otra lectura: “El informe de la megacomisión sostuvo que habíamos apreciado una serie de ‘aspectos relevantes respecto al investigado, y personas vinculadas’ a él, que mostrarían ‘indicios razonables en la determinación de enriquecimiento ilícito u otros ilícitos’” (pág. 141). Tejada renunció al nacionalismo en enero del 2015, cuando la megacomisión ya había entregado sus últimos informes. La ‘ley pulpín’ fue, en su caso, el detonante. ¿Cómo ves el destino del nacionalismo? “Me da pena”. ¿Has visto a Humala? “Lo visité una vez cuando estaba preso, como un gesto”. Sergio terminó su gestión congresal y se dedicó a consultorías que le dieron tiempo para hacer memoria y escribir.