Las voces se apagan en Santa María Ixcatlán, donde el silencio solo se ve interrumpido por el murmullo de las palmas silvestres, el repicar de las campanas de la iglesia y el hablar de Pedro Salazar, uno de los seis últimos hablantes de ixcateco, un idioma destinado a desaparecer en el sur de México.
“Iñakendikuatuxuiri Xula”, anuncia un interminable cartel ubicado en la entrada de este remoto pueblo ubicado en el sureño estado de Oaxaca. “Bienvenidos a Ixcatlán”, matiza en español para los foráneos.
México cuenta con 68 lenguas indígenas, lo que lo sitúa como el segundo país de América Latina con más idiomas originarios, solo superado por Brasil. Casi siete millones de mexicanos hablan alguna lengua indígena, la mayoría en el sureste del país.
En 1999, la Unesco proclamó el 21 de febrero como Día Internacional de la Lengua Materna ya que cerca de la mitad de los 7.000 idiomas que existen en el mundo están en peligro de desaparecer.
A sus 94 años de edad, don Pedro conserva la lucidez y los recuerdos de los vocablos ixcatecos que le enseñaron en la infancia, hace casi un siglo. De niño lo aprendió, de joven lo hablaba mucho pero de adulto ya casi no tiene con quién.
Se fueron muriendo sus amigos y junto a ellos también el ixcateco, cuenta Pedro mientras teje palma fresca en el interior de su cueva. Y es que los habitantes de Ixcatlán construyeron pequeñas cuevas en los patios de sus casas para conservar la frescura y docilidad de esta materia prima.
Pedro ya solo usa el idioma local para enseñar a los curiosos cómo se dicen las palabras más comunes, como casa, puerta, sombrero, camisa, manos o pantalón.
“Si hubiera con quien platicar yo puedo platicar cualquier cosa en ixcateco, pero como no hay con quien... Si ustedes me contestan en ixcateco, ahí vamos a platicar”, cuenta este jueves en entrevista con Efe.
A unos pocos años de cumplir el siglo de vida, don Pedro no ha dejado de hacer sus artesanías de palma. La claridad de sus ojos todavía le permite calcular las puntadas entre los recovecos de los hilos de palma y sus manos callosas, antes campesinas, se consienten ahora tejiendo sombreros, tenates, petates o cualquier cosa que la planta permita crear.
La debilidad de su idioma contrasta con la fortaleza de Pedro, quien en 2015 perdió un pie por un cáncer. Ante esta adversidad, sacó ventaja haciendo más fuertes sus brazos y manos, que ahora le permiten andar desde su casa de madera hasta la cueva.
UN PUEBLO QUE SUBSISTE COMO PUEDE
Ixcatlán es un pueblo en silencio pero activo porque todos tejen la palma, única actividad que les permite ganar algo de dinero.
“Si dejamos de tejer no comemos”, dice María Patrocinio, una de las hablantes de ixcateco que sufrió la discriminación a mediados del siglo pasado, cuando el desprecio a lo indígena degradó su idioma, considerado entonces un sinónimo de atraso social.
“No, ya no hay gente que hable ahorita en Ixcatlán, ahorita ya nada más son pocos, ahora ya quedamos unos cuatro o cinco no más, porque está otra señora que se llama Ignacia para allá arriba pero ahorita ya también no habla como ya está bien abuelita ya no habla y su hija habla un poco”, relata.
Caminando y tejiendo a la vez, aún recuerda cuando su maestro le dijo que no hablara ixcateco porque se oía mal y que en vez de esas palabras que aprendió de sus padres y abuelos pronunciara el español.
“Cuando anduvimos en la escuela ya decían los maestros que no habláramos el ixcateco y por eso ya no hablé, ya no aprendí todo”, cuenta María, quien confiesa que entiende algunas palabras.
Ante el peligro de que se pierda el ixcateco, autoridades han implementado programas para preservarlo con resultados poco optimistas como el colocar letreros en los caminos y calles del pueblo para ver, por ejemplo, cómo se dice iglesia (nungu).
Lingüistas de la Biblioteca Juan de Córdova, en la ciudad de Oaxaca, se han interesado en difundir libros escritos en el idioma de Ixcatlán y hacer un registro en audio y video de pláticas en idioma de los últimos hablantes, para que en el futuro quede el registro de este idioma y no se pierda para siempre.
Ellos han documentado que solo seis personas pueden hablarse y entenderse en ixcateco. Son los encargados de preservar un idioma indígena condenado a quedar silenciado. (José de Jesús Cortés/EFE)
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