Una cifra de dos dígitos, un insulto en sociedad y la vergüenza de una Gobierno, todo eso significó para México el número 41 durante muchos años. Y en noviembre del 2020, los mexicanos avivaron el recuerdo cuando se estrenó en cines “El baile de los 41”, la película del director David Pablos inspirada en la fiesta gay más famosa del siglo XX y que, desde mayo del 2021, Netflix ofrece en su plataforma.
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Contaba el diario El Popular el 21 de noviembre de 1901 que un gendarme de la Cuarta Calle de la Paz notó que “en una accesoria se efectuaba un baile a puerta cerrada, y para pedir la licencia fue a llamar a la puerta. Salió a abrirle un afeminado vestido de mujer, con la falda recogida, la cara y los labios llenos de afeite y muy dulce y melindroso de habla. Con esa vista, que hasta al cansado guardián le revolvió el estómago, se introdujo este a la accesoria, sospechando lo que aquello sería y se encontró con cuarenta y dos parejas de canallas de estos, vestidos los unos de hombres y los otros de mujer que bailaban y se solazaban en aquel antro”.
Quizás este baile no habría tenido tal repercusión de no ser porque uno de los 42 asistentes que escapó en medio de la redada policial aquella noche (de modo que en el conteo posterior solo figurarían 41 detenidos) , habría sido Ignacio de la Torre y Mier, quien estaba casado con Amada Díaz, la hija de Porfirio Díaz, el dictador que gobernó México durante casi 30 años.
La fiesta fue un escándalo que se alimentó de las habladurías de la época. Funcionó de maravilla durante los últimos años de la dictadura de Porfirio Díaz, el presidente al que muchos llaman “asesino”, y hoy es el insumo perfecto para armar un rompecabezas del género romance con el performance de Alfonso Herrera (Ignacio de la Torre y Mier) y Emiliano Zurita (Evaristo Rivas) en Netflix.
“Es un mito fundacional, porque hay más dudas que certezas. Además, otros textos que pudieron haber servido para reconstruir el hecho se perdieron”, dijo a Saltar Intro Alonso Hernández Victoria, conferencista y director de Archivos y Memorias Diversas y miembro fundador de la Red Latinoamericana de Archivos, Museos, Acervos e Investigadores LGBTQIA-+.
“Los primeros periódicos que dan la noticia lo hicieron el martes 19 de noviembre de 1901 y uno de ellos refiere que la fiesta fue en la noche del sábado 16 de noviembre. Y dijeron que la redada fue en la madrugada del 17 a las 3 a.m. El martes, los bailarines ya estaban apresados y separados entre los vestidos como mujer y como hombre. El miércoles 20, existe esa confusión, lo marca un folleto de la fiesta. Pero eso no coincide, porque los periódicos habían dado la noticia un día antes. Según los textos, nadie pudo haber escapado en ese preciso momento de la redada. Mas bien, pudieron haber comprado su libertad ya estando en la comisaria”, agregó Sergio Téllez-Pon, escritor queer y autor de una crónica sobre el baile de los 41 de próxima publicación, en conversación con esta web.
FAMA DE “DANDY”
Solo una anécdota popular. “Supuestamente al cronista Carlos Monsiváis, en la librería Madero, se le acercó un anciano para comentarle que efectivamente Ignacio de la Torre y Mier había estado en ese baile y que había escapado trepando a la azotea. Hay que notar que Ignacio era un hombre con una fortaleza física importante, practicaba distintos deportes y por tanto era bastante ágil”, cuenta Alonso Hernández Victoria.
Las pocas pruebas hemerográficas no dejaron mucho rastro oficial del baile de los 41, por lo que esos vacíos dieron campo para crear personajes ficticios, como Evaristo Rivas, supuesto amante de Ignacio de la Torre y Mier. Algo real es que la película representa una práctica común en una minoría de Europa que, con los visitantes europeos a Norteamérica, luego llegó a las costumbres de la sociedad latina.
Pero no solo eran bailes, sino también ritos, como “el pastoreo”, una tradición italiana en la que uno de los hombres reconocía a una pareja homosexual en la sociedad clandestina y luego había una fiesta. Otras dos eran “el bautizo”, tras nueve meses de relación la misma pareja escenificaba la concepción de un bebé con un muñeco, y una tercera, la “rifa del pepito” o joven que se iniciaría en los placeres homoeróticos.
A esto sumamos a Ignacio de La Torre y Mier, todo un personaje. Tenía un perfil que, para una sociedad que veía las fiestas gays como un delito “contra el orden de las familias”, pues era la carnada perfecta para el chisme político y el talón de Aquiles de una familia pública que debía guardar apariencias por sus vínculos con el poder.
“La leyenda de Nacho de la Torre como un hombre homosexual está basada en el background y propio comportamiento del empresario mexicano. Es muy probable que él estuviera en esa fiesta, porque vivía a unas cuadras del lugar donde fue el baile. Tenía fama de dandy, de lagartijo, de fifino, de vestir un poco extravagante. Llevaba una vida libertina y frecuentaba a círculos homosociales, como el Jockey Club de la Ciudad de México, donde no pasaban mujeres o esposas”, explica Sergio Téllez-Pon.
UNA FICCIÓN
Apoderarse del rumor es un deporte. Una vez Ignacio de la Torre y Mier mostró a sus amigos su amplia colección de zapatos y la presentó como “mi biblioteca”, dice en las páginas de “La Feria de la Vida” José Juan Tablada. O que los detenidos del baile fueron obligados a barrer las calles vestidos de mujer. Y también, según la película, que el hermano mayor de Porfirio Díaz, Félix Díaz, es un personaje policiaco y formó parte de la redada, cuando en realidad “en 1901 parece tener una misión diplomática en Chile y hasta 1904 fue jefe de la policía”, afirma Sergio Téllez-Pon.
“No nada más era entender el Porfiriato y el contexto político social cultural, sino ir a los detalles del día a día. Yo tenía libros donde se explica cómo se organizaban los banquetes, cómo se colocaba la gente en la mesa. ¡Vaya! Era ir a los detalles. Creo que la guionista Mónica Revilla era muy obsesiva y todo esto lo puso en el guion”, comentó el director del “El baile de los 41” David Pablos en una conferencia de prensa.
“¡Fuchi!”, escribieron en el diario El Popular, donde se burlaban de los detenidos que fueron trasladados a Yucatán para hacer trabajos forzados. En el artículo “El viaje de los cuarentena y uno” de ese periódico, un grupo de homosexuales hablan entre ellos: “Sin consideración a nuestro sexo y al estado interesante de varias de las señoritas, que somos víctimas de una barbaridad masculina nos metieron, hechas bolas, en un carro de tercera clase del ferrocarril mexicano revueltas con esos mecos soldados que, a cada rato, insultaban nuestro pudor con palabrotas muy cochinas”, decía en una transcripción que proporcionó Téllez-Pon a esta web.
“Pepita comenzó a abortar… malas palabras; pero le tapamos la boquita, diciéndole: –Cállate, chulita por el amor de Dios, porque estos leperones nos van a seguir tratando, pero que si fuéramos clandestinos”, continúa el texto de El Popular.
EL 41 PASÓ A LA HISTORIA
De la censura a la prensa, el Porfiriato en México pasó a reforzar la discriminación contra las minorías que se identificaban con un género no asignado al nacer. Como narra la comedia citada de El Popular, la parte más homofóbica abrió fuego de muchas maneras, por ejemplo, rechazando extremadamente un número matemático, el 41.
“Cuando la gente señala a los afeminados para molestarlos les dice: ‘tú perteneces al club de los 41’, como decir, ‘tú también eres homosexual’ o ‘tú también eres maricón”, explica Alonso Hernández Victoria.
“El veto del número 41 es un mito, pero a mí sí me tocó, cuando mi padre cumplió 41 años, escuchar: ‘señor Miguel, no se vaya usted a voltear’. Porque se supone que a los 41 años se vuelve homosexual. O cuando iba a la escuela, los alumnos contaban del 1 a un número, pero en el 41, decían ‘safo’, es decir, ‘yo no’, ‘me salto’. Si uno va a la calle Ezequiel Montes, no existe el número 41 en el orden de las casas. Hacía referencia a la homosexualidad masculina y por ende la gente le rehuía. Todavía uno puede escuchar a taxistas mayores o entre los policías en sus teléfonos decir ‘un 41’: un homosexual’”, sostiene Hernández Victoria, quien ha impulsado una organización sin fines de lucro para incentivar la investigación de la historia de origen de la comunidad LGBTQIA-+.
Así que sí. Probablemente la ficción transformó el relato para seguir cosechando la legenda de Ignacio de la Torre y Mier, dictó los diálogos de una Amada Díaz de quien no hay testimonio oficial, pero finalmente evidenció una discusión sobre una homofobia tan verídica hoy que el mismo Alfonso Herrera ha resaltado en una conferencia de prensa: “Era un tema tabú y cuando escuchas el número 41, lleva a la sociedad a un lugar bastante gris”. ¿Entonces cuál es la verdad del escándalo aquí? Simplemente, el hecho de que la historia que supuestamente no pasó sigue pasando y una película nos hace volver a hablar del tema.
LA FICHA:
Plataforma: Netflix.
Sinopsis: Un diputado casado con la hija del presidente de México lleva una doble vida, hasta que estalla el escándalo. Basada en hechos reales.
Elenco: Alfonso Herrera, Emiliano Zurita, Mabel Cadena.