Es probable que cuando lea estas líneas ya sepamos si Ricardo Gareca seguirá al mando de la selección. Eso, sin embargo, no tendría que ser motivo de preocupación. La selección debería ser capaz de sobrevivir a una persona. Si no lo tenemos claro es que estamos en graves problemas.
Los temores de prescindir de un profesional de las calidades del argentino son legítimos, propios de un país de instituciones endebles, que suele apostar por personalidades poderosas capaces de enderezar sus precariedades organizativas y de carácter.
La estupenda labor de Gareca al mando de la selección se ha visto agigantada por las incontables lecciones que ha dejado, las cuales trascienden lo meramente futbolístico. La conferencia de prensa que dio tras el castigo del TAS a Paolo Guerrero es un ejemplo de liderazgo, resi-liencia y templanza pocas veces visto en el país. ¿Por qué existe tanto temor de que todo lo avanzado se vaya al tacho si se va Gareca e incluso si hacen lo propio Juan Carlos Oblitas y el gerente de selecciones, Antonio García Pye?
El fútbol peruano carece de una organización poderosa que cuente con políticas claras que trasciendan al tiempo y no dependan de algún nombre concreto.
Si bien la Federación Peruana de Fútbol cuenta con una nueva organización administrativa y ha dado pasos enormes en su camino a la profesionalización, aún dista de ser una institución confiable. La ampliación del mandato de Edwin Oviedo, vía el Congreso, fue una pésima señal en ese camino.
Para llegar a Qatar 2022 no solo hace falta un buen entrenador. Es hora de que lo empecemos a entender.
Esta nota fue publicada originalmente el 26 de junio del 2018.