La apuesta por Roger Waters este 17 de noviembre será mayor, con un espectáculo más grande en logística que el de hace 11 años, a decir de los productores. Ahora se buscará llenar un estadio entero y no solo la parte exterior de este. Existe, además, mucha intriga por si Algie, el cerdo inflable, un símbolo y clásico en sus shows, contendrá alguna frase política escrita sobre su porcina piel de látex. El club de fans de Pink Floyd en el Perú lanzó hace una semanas un concurso para escoger la frase de marras y la ganadora fue #FujimoriNuncaMás, pero de ningún modo esto es una decisión oficial, dice la productora. Solo Waters decidirá al final cuál será la inscripción o si habrá alguna. En el 2007 esta fue “Todos los peruanos somos iguales”.
Aquí, las opiniones de tres famosos peruanos que nos explican por qué el concierto en el Estadio Monumental es imperdible.
GONZALO TORRESACTORLa primera vez que escuché a Pink Floyd fue en la película The Wall. Me parece que estaba aún en primaria. Me fascinó, sobre todo por poner en imágenes las preocupaciones sociales de Waters. ¿Y a qué alumno con ansias de incipiente rebeldía no le iba a gustar ese estribillo de “we don’t need no education”? Luego, con el interés musical a tope, nos fuimos interesando por las canciones de Pink Floyd y así se convirtió en el soundtrack de mi adolescencia y de mi juventud.
CHRISTIAN BRAVOCHEFSiempre he sido un fanático de la música y recuerdo en mi niñez que gracias al programa Disco Club descubrí el trabajo audiovisual de una las mejores bandas del momento. Tenía ocho años cuando conocí por primera vez a Pink Floyd, cuyo estilo evolucionó de la psicodelia al rock progresivo hasta su característico rock sinfónico. Todo aquel que ha tenido la fortuna de ir a uno de sus conciertos queda impactado por el despliegue audiovisual de sus shows.
CARLOS CARLÍNACTORMe acuerdo de que destapaba el equipo de sonido con mueble de madera que había en mi casa. Cerraba las puertas y ventanas, apagaba la luz y ponía, a mucho volumen, mi long play de El lado oscuro de la luna. Y apenas la aguja del tornamesa rozaba los primeros surcos me tumbaba en el piso con los ojos cerrados. Era una experiencia que iba más allá de lo musical. Era un viaje a otros mundos. Una historia diferente en mi cabeza cada vez que repetía el ritual. Ese disco es una obra maestra creada por un genio.