Semana Santa | Si tres fueron las caídas de Jesús camino al calvario, el ‘Cristo cholo’ ha caído ya por lo menos 111 veces. De los azotes, no hay forma de llevar la cuenta, pero podemos decir que para Mario Valencia Rivadeneira van 37 años de Viernes Santos, con sus juicios y sus condenas, con sus vía crucis y sus crucifixiones. El año pasado, ‘Cristo cholo’ ofreció el dolor que le podía causar su escenificación para aplacar la ira de los huaicos que golpeaban el norte del país; este año quizá se haya planteado un pedido imposible: que acabe la corrupción en el Perú entero.
Pero ¿por qué este hombre que no ha hecho ningún milagro (oficialmente) ni ha caminado sobre las aguas (por el contrario, en 2006 estuvo a punto de morir ahogado cuando fue arrastrado por el río Rímac mientras representaba el bautizo de Jesús) congrega cada Semana Santa a tantas personas en el cerro San Cristóbal, a tal punto que los últimos dos años Defensa Civil prohibió que se realice el acto de crucifixión por el exceso de gente?
Hace rato dejó de importar qué tan bien interpreta Valencia a Jesús o cuánto se acerca (o no) su caracterización a la del Cristo sufriente, siendo él ya un hombre que va camino a cumplir los 60 años. Dentro de la dimensión de la cultura popular, que es distinta de la dimensión de la Iglesia como institución, ‘Cristo cholo’ ha sido convertido en un símbolo religioso, afirma José Sánchez, profesor de Antropología de la Religión de la Universidad Católica del Perú.
¿Cómo comienza este match entre ‘Cristo cholo’ y el gran número de seguidores que cada año se congrega a ver su representación de Semana Santa? Sánchez considera que es importante ver el perfil de Valencia: “Alguien que pertenece a los sectores populares muy arraigados, con una historia personal marcada por la tragedia y que en determinado momento parece experimentar una suerte de ayuda divina para salir de esos sufrimientos”. En resumen, la historia de casi todos los peruanos.
Más aún, no es casual que este Cristo sea tan peruano como un cebiche, un seco de carne o un olluquito con charqui. Con un fenotipo que en poco o nada se asemeja a los Cristos de cabellos castaños y ojos azules que desde el siglo pasado nos vendieron en las clásicas películas de Semana Santa.
Identidad y sentimientos “El arraigo que tiene se debe a que promueve la identificación de los amplios sectores popularescon él. Más allá del fenotipo, el concepto de ‘cholo’ es una especie de integrador de identidades y de sentimientos. Al llamársele ‘Cristo cholo’, se hace un proceso de asociación e identificación que promueve mucho la construcción de un símbolo popular. Él no ha hecho milagros ni ha bajado de una nube, pero el pueblo lo ha convertido en símbolo porque encarna muchos de sus principios fundamentales: su condición social, su trayectoria de sufrimiento, incluso el fenotipo típicamente peruano. Entonces, ahí encuentran un símbolo a su medida”, resume el catedrático de la Católica.
Dos cosas más a señalar desde el punto de vista antropológico: más que una representación, el acto de Valencia es una vivencia religiosa, en la cual la gente encarna el propio sentir de Cristo. Basta con acudir a alguno de los puntos en los que el grupo Emmanuel hace la dramatización del vía crucis para encontrarte con gente que les grita ‘¡abusivos!’ a los actores que hacen de soldados romanos o a otras personas dando ánimos al mismo hijo de Dios.
Por otra parte, es curioso también que mientras la Iglesia católica experimenta una crisis de fe, los seguidores del ‘Cristo cholo’ van cada año en aumento. La explicación del antropólogo Sánchez es la siguiente: “Hay una relación entre la Iglesia y el catolicismo popular, pero no son lo mismo. Cuando hablamos de Iglesia, hablamos de una institución formal que actualmente pasa un proceso natural de desajuste entre la dimensión religiosa a través de la Iglesia y el mundo moderno. Pero el catolicismo no es únicamente la Iglesia institucional. Hay un aspecto que es la religión encarnada en el sentir popular. Y hay un cierta autonomía de los símbolos del catolicismo, que se mantienen vivos y vigentes dentro del espíritu del pueblo, independientemente de la dimensión de la Iglesia”.
Quizá muchos de los seguidores del ‘Cristo cholo’ no van ya a misa y tienen duras críticas a la Iglesia, pero cada año irán a acompañar la representación de Semana Santa. Es parte de lo que se llama ‘ser católico a mi manera’.