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La dosis que no llega: el día a día de los adultos mayores olvidados por el Estado

Cientos de adultos mayores reciben a diario la vacuna contra el COVID-19. Salvo aquellos que no existen en los sistemas del Estado y sobreviven como pueden. Una historia de Marco Garro, producida con apoyo del Pulitzer Center, revela este drama
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La dosis que no llega: el día a día de los adultos mayores olvidados por el Estado
El 15% de los adultos mayores en el Perú no sabe leer ni escribir. El 27,2% de ellos tiene al quechua, aimara u otra lengua nativa, como lengua materna. El 11,8% no ha ido a la escuela o solo alcanzó el nivel inicial; mientras el 36,3% alcanzó a estudiar la primaria y el el 28,2% la secundaria. (Foto: Marco Garro)
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PAULINA, 68 AÑOS. Esta es la historia de una partera de la comunidad que salió de Huancavelica acompañando a sus hijos en busca de mejores oportunidades, en Lima. Paulina Peñaloza Campos enfrenta la pandemia y se protege del virus desde el aislamiento con sus hijos y nietos, mientras extraña “ver el mundo de afuera”. Como ha trabajado toda su vida en la chacra y el hogar, no recibe una pensión como cualquier jubilado. (Foto: Marco Garro)
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La dosis que no llega: el día a día de los adultos mayores olvidados por el Estado
Paulina tiene buena memoria y cuenta con detalle su infancia. Recuerda las papas, los ollucos, la mashua, la coca y la quinua que cultivaban su familia. El agua que bebían de los puquiales, el cielo azulísimo. Pero también se le vienen a la mente las varias “plagas” que azotaron su pueblo. Entre ellas, una enfermedad que provenía de las vacas y que causó la muerte de sus padres, ya ancianos. “Aunque antes las plagas mataban más a los niños”, advierte, “no como este virus que mata a gente como yo”. (Foto: Marco Garro)
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VICENTE, 75 años. Tenía siete años cuando su madre lo dejó bajo la tutela del dueño de un restaurante en Lima. Vicente Vargas Valenzuela aprendió a leer y a escribir tarde: tenía 15 años cuando pisó el colegio. Luego de mucho esfuerzo, pudo comprarse un terrenito en Villa María del Triunfo. A pesar de su edad, continúa trabajando porque no tiene seguro ni jubilación. “No puedo ser vago. Se me oxidan los huesos”, dice. (Foto: Marco Garro)
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“¿Por qué tendría miedo de ese virus?”, dice Vicente. “Acá todos somos sanos”. No siente temor de infectarse. Lo que le preocupa es otra plaga: una enfermedad porcina, la peor en varios años, y que arrasó apenas hace unos meses las chancherías. Vicente vio morir, uno a uno, los ocho lechones que su única chancha había parido. (Foto: Marco Garro)
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La dosis que no llega: el día a día de los adultos mayores olvidados por el Estado
Casi la mitad de adultos mayores de Lima se mantiene activa laboralmente; sin embargo, en su mayoría se encuentra subempleada o son pequeños comerciantes o ambulantes. Más de la mitad de los que trabajan (53,5%) se encuentra en la categoría de trabajador independiente. (Foto: Marco Garro)
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La dosis que no llega: el día a día de los adultos mayores olvidados por el Estado
LUCILA, 80 años. Una sobreviviente: enfermó de polio a finales de los años 50. Antes de la pandemia ayudaba a su hija a vender desayunos, pero el virus alteró todo. Unas semanas antes, la excluyeron del programa Pensión 65 porque el Estado ya no consideraba que vivía en un hogar pobre. El motivo, cuenta, es que prestaron una conexión eléctrica a un vecino y el recibo de luz se incrementó. Hoy Lucila enfrenta la pandemia desde las pequeñas habitaciones de su casa, con su hija, sin salir. (Foto: Marco Garro)
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La dosis que no llega: el día a día de los adultos mayores olvidados por el Estado
Hoy el 79.5% de los adultos mayores de Lima presentan algún problema de salud o malestares crónicos, como artritis, hipertensión, asma, reumatismo, diabetes, colesterol. Y en todo el país, el porcentaje alcanza a 4 de cada 5. (Foto: Marco Garro)
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La dosis que no llega: el día a día de los adultos mayores olvidados por el Estado
Los hijos de Lucila la llevaron a Lima, a la casa de su hija Martha, en Nueva Esperanza, donde ahora viven juntas y duermen en camas pegadas. “Yo trabajaba para mantenerla a mi mamá nada más”, cuenta Martha, soltera, sin hijos. Ella se encargó de llevar a su madre a un centro particular de terapia física. (Foto: Marco Garro)
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La dosis que no llega: el día a día de los adultos mayores olvidados por el Estado
JUSTINIANO, 66 años. Hace 20 años que Justiniano Malca Martos vive en la parte más alta de Nueva Esperanza, donde extraña la lluvia cada vez que las hermosas flores amarillas de amancaes no florecen. Sin agua tampoco puede cultivar los alimentos en el huerto familiar, su principal fuente de abastecimiento cuando la pandemia los obligó a dejar de trabajar como conductor de un ómnibus de transporte público. Junto a su familia, Justiniano enfrenta “con su chacrita” el embate de la segunda ola. (Foto: Marco Garro)
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La dosis que no llega: el día a día de los adultos mayores olvidados por el Estado
Justiniano intentó retomar su huerta, pero las lluvias no llegaron, y seguir regando los cultivos cada ocho días con agua que compran de las cisternas salía muy caro. Luego vino la rancha, una plaga de hongos que ataca a los cultivos, y se quedaron sin cosecha. (Foto: Marco Garro)
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La dosis que no llega: el día a día de los adultos mayores olvidados por el Estado
En el Perú hay 700 mil adultos mayores en situación de pobreza. Los economistas estiman que el país ha retrocedido una década en niveles de pobreza, y que esto también afectará a la población mayor. (Foto: Marco Garro)

en uno de los más de mil asentamientos humanos en Lima no ha sido fácil para Paulina, Vicente, Justiniano y Lucila. Ellos sobreviven en Nueva Esperanza, un conjunto de casas de madera y calamina en los cerros de , al sur de Lima. Aquí no hay red de alcantarillado ni veredas, el agua llega en camiones cisterna y los hogares más pobres todavía se alumbran con la luz de las velas. Paulina, una partera de Huancavelica, se crio sin acceso a un establecimiento de salud en la sierra, y ahora confía en que el aislamiento y el poder de sus plantas medicinales la cuidarán del virus. Vicente tiene 75 años y trabaja desde los 7. En la pandemia ha seguido ganando algún sencillo, ante la falta de una pensión. Justiniano aún arrastra una deuda tras un accidente y ahora recibe una fracción de sus ingresos como chofer de un microbús, tras limitar sus rutas para evitar el contagio. Lucila se quedó coja tras sufrir polio a los 9 años y ahora vive sin una pensión para discapacitados.

El 30 por ciento de los adultos mayores en Villa María del Triunfo no tenía un seguro médico antes de la pandemia, y a una semana de iniciada la campaña de vacunación para los ancianos, este sector de peruanos con mayor vulnerabilidad sigue sin saber cuándo recibirá su primera dosis.

Este reportaje gráfico de Marco Garro recopila algunas de sus vivencias durante este año de encierro, cercados por la incertidumbre y el miedo al contagio. //

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