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Kodak es una marca que se resiste al olvido. La empresa otrora gigante de la fotografía, en cuyos laboratorios se gestó la primera cámara digital de la historia, pareció quedar relegada con la popularización de los smartphones y celulares con cámara… pues ya nadie necesitaba imprimir las fotos.
Aunque es un constante participante de la Feria de Electrónica de Consumo (CES), en la edición de este año llamó la atención de los medios a través de una ironía del más alto nivel: en un evento donde se alaba lo último de la tecnología, dejó su huella con un producto análogo.
Se trata de la mítica cámara Super 8. Aprovechando esta nueva fascinación por lo vintage, Kodak ha rediseñado esta cámara portátil de la mano con el estudio de Yves Behar. Aunque es todavía un prototipo, es muy atractivo a la vista.
Mantiene un aspecto antiguo –por ejemplo los acabados de cuero en los mangos- con elementos electrónicos modernos, como un visor LCD, micrófonos o múltiples conexiones. Sin embargo, es realmente una cámara análoga. ¿Cómo es eso?
Para grabar usa cartuchos con cinta de 8mm. Lo que propone ahora Kodak es que el usuario, luego de hacer la grabación, le envíe el cartucho para que ellos lo procesen y devuelvan una versión revelada para usarla en un proyector, o una copia digital física o una versión en la nube para descargar. ¿Kodak ganará millones? No lo creo, pero sí atenderá a un público de nicho (románticos del cine análogo, estudiantes, especialistas) que puede ir aumentando en número según las posibilidades del equipo.
La nueva Super 8 de Kodak debería llegar al mercado en la segunda mitad de este año y su precio rondaría entre los US$450 y los US$750.