En el pasado el equilibrio nuclear entre Estados Unidos y la entonces Unión Soviética ayudó a evitar una guerra en el espacio.
El mundo moderno es más complejo y ya hay unos 60 países que están activos en el espacio. Entonces, ¿podría ser ahora más probable que ocurra una guerra que contemple ataques contra satélites en órbita?
Millones de personas han disfrutado la versión de Hollywood de un conflicto en lugares distantes del universo con la recién estrenada nueva película de Star Wars.
Es una fantasía divertida. Un conflicto en el espacio no tiene, después de todo, nada que ver con la realidad. ¿O sí?
De acuerdo con el analista militar Peter Singer, de la New America Foundation, “la idea de…una guerra en el espacio era antes un asunto de ciencia ficción y ahora es real”.
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Las guerras en el espacio puede que no involucren a imperios intergalácticos o ataques entre naves espaciales. Si se producen, lo más probable es que se centren en cosas que nos afectan enormemente a todos: los satélites.
Estos aparatos son cada vez más importantes para la vida que llevamos actualmente. Nos ayudan a saber el estado del tiempo o a sacar dinero del banco, o a definir adónde vamos usando un teléfono inteligente o un navegador con gps.
Y también para las fuerzas armadas modernas, la vida sin satélites sería una pesadilla.
Los usan para orientar sus armas o para encontrar primero los objetivos que deben ser atacados. De acuerdo con Singer, constituyen el “sistema nervioso” de las fuerzas armadas de Estados Unidos que los utilizan para 80% de sus comunicaciones y esto incluye las comunicaciones fundamentales para la disuasión nuclear.
Debe haber un canal de comunicación “absolutamente confiable” de forma permanente entre las fuerzas nucleares de Estados Unidos y el presidente, afirma Brian Weeden, un exoficial estadounidense en el área del lanzamiento de misiles balísticos intercontinentales.
“Lo que se planteaba era que si se producía alguna detonación nuclear tendrías que coordinar algún tipo de ataque en respuesta”.
Los satélites diseñados para asegurar esas comunicaciones y para detectar cualquier posible ataque nuclear se encuentran en una órbita geoestacionaria sobre la tierra que, hasta hace poco, era considerada como una suerte de santuario, a salvo de cualquier ataque.
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La Iniciativa de Defensa Estratégica del presidente Ronald Reaga, conocida como “Guerra de las Galaxias” comprobó ser inverosímil para la tecnología de la época.
Ya no es así. Gracias a un experimento de China con el lanzamiento en 2013 de un misil que llegó cerca de esa órbita: unos 36.000 kilómetros por encima de la tierra.
En una inusual declaración pública a inicios de este año, el general John Hyten del Comando Espacial de EE.UU. manifestó su alarma por estas pruebas de China. “Creo que serán capaces de amenazar cada régimen orbital en el que operamos. Debemos encontrar cómo defender esos satélites. Vamos a hacerlo”, dijo al programa CBS news.
No es la primera vez que la posibilidad de librar un conflicto en el espacio haya surgido como una aterradora posibilidad.
En 1983, el entonces presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, lanzó su Iniciativa de Defensa Estratégica, ampliamente conocida como Guerra de las Galaxias, en la que proponía desarrollar armamento que se pudiera operar desde el espacio para la defensa contra los misiles soviéticos.
La medida marcó una nueva dramática fase cuando de repente pareció que el poder espacial podría desestabilizar el delicado equilibrio del armamento terrestre de las superpotencias.
Una de las respuestas soviéticas fue empezar a idearse la manera de atacar satélites estadounidenses en tiempos de guerra.
Bhupendra Jasani, un veterano analista de seguridad espacial de la King´s College en Londres, dice que los soviéticos “de hecho lanzaron en órbita un arma antisatélites experimental... realmente estaban planteando un escenario de guerra nuclear. Que si se produce una guerra tumbamos los satélites espías, eliminamos tumbamos los satélites de comunicaciones y todos los demás”.
La China de hoy, señala, está pensando a lo largo de esa misma idea.
Y el mundo actual -con una única superpotencia militar, EE.UU.- es mucho más difícil de predecir que en los años 80, según Brian Weeden.
“Había un entendimiento tácito entre EE.UU. y la URSS que un ataque a satélites específicos que pudiera interrumpir o inhabilitar el comando y control nucleares o la capacidad de emitir una alerta de ataque se interpretaría de hecho como un ataque nuclear”, afirma.
“Ahora hay más incentivos para un rival potencial, como China, de atacar satélites o inutilizarlos como parte de un conflicto convencional porque ellos bien saben que la capacidad espacial es fundamental para la habilidad de EE.UU. de proyectar poder”.
En este clima de sospecha también existe el riesgo de daños accidentales a satélites militares clave, tal vez por basura cósmica, que podrían ser interpretados como un acto hostil.
La prueba china de destrucción de un satélite, en 2007, generó miles de pequeños fragmentos que circulan en el espacio y que podrían hacer impacto con otro satélite.
“Algunas veces la basura es tan diminuta que no se puede rastrear”, dice Jasani. “Así que si un fragmento de basura impacta un satélite sensible nunca se sabrá si fue basura o un acto premeditado. La reacción militar es presumir el peor de los casos, que fue impactado a propósito. Y eso puede ser un detonante”.
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La basura en el espacio podría dejar inhabilitados a sistemas en órbita.
Ataques cibernéticos contra satélites militares es otra de las preocupaciones.
El analista militar Peter Singer, coautor del libro “Ghost Fleet” (“Flotilla Fantasma”), en el que se imagina como una guerra global del futuro podría estallar en el espacio al mismo tiempo que en la tierra, indica que es algo en el que mucho países, u organizaciones militares, podrían estar participando.
“No son tan sólo los grandes los que pueden jugar a esto”, asegura. “Los misiles antisatelitatles son del dominio de las grandes potencias como Rusia, China y EE.UU. No son algo que un Hezbolá o un al Qaeda o un Estado Islámico puedan manejar. Pero en una guerra cibernética el nivel de entrada es mucho más bajo”.
Todo esto añade más presión a un sistema que, hasta ahora, ha mantenido la paz en el espacio.
Desde los años 50, se empezó a presumir que el espacio no permanecería pacífico.
“Pensamos muy seriamente sobre la posibilidad de un conflicto militar en el espacio”, comenta Sergei Khrushchev, otrora científico de cohetes, como también hijo del líder soviético de esa era, Nikita Khrushchev.
Cuando él empezó a diseñar la primera estación espacial tripulada en 1965, la armó con pequeños cohetes y un cañón.
Tanto la Unión Soviética como EE.UU. realizaron detonaciones nucleares en el espacio e, inclusive, hubo planes estadounidenses de mostrar su poderío causando una explosión nuclear en la Luna.
“La idea fue que si disparabas una bomba ibas a poder ver el cráter que formaría con el ojo desnudo desde la tierra, así que sería una manera fácil de demostrar la capacidad que se tenía con misiles de largo alcance”, explica Jill Stuart, editora de la publicación Space Policy.
“El objetivo era enviar un mensaje a la Unión Soviética, pero el plan se descartó principalmente porque se pensó que el pueblo estadounidense no apoyaría la idea de hacerle eso a la Luna”.
Estados Unidos optó a cambio por aterrizar en la Luna y el espacio se convirtió, de muchas formas, en un símbolo de cooperación internacional, no de conflicto.
En 1967, se firmó un Tratado de Espacio Exterior que prohibía, entre otras cosas, el despliegue de armas de destrucción masiva en el espacio.
Sin embargo, a medida que los satélites cobraron cada vez más importancia, primero para el espionaje, luego como armas y navegación, el espacio ha entrado cada vez más dentro del ámbito militar y la rivalidad global.
Es un mundo mucho más complejo que en los años 50 y 60. Hay más de 60 países que están activos en el espacio y existen enormes intereses comerciales.
Tal vez, como sugiere el analista militar Peter Singer, siempre habrá tensión en torno a la manera como el mundo se relaciona con el espacio.
“Puedes participar en maravillosas actividades de cooperación e investigación científica y, al tiempo, planear cómo darte a palos con el otro”, dice.
“El espacio ha sido un ámbito que, por ahora, no ha sido tocado por conflicto. Pero eso no es ninguna garantía para el futuro”.