Algo realmente importante le está ocurriendo a lo que somos y a cómo nos relacionamos, así como al ambiente que habitamos. Y se trata de un profundo cambio que no ocurre muy a menudo.
Eso es lo que señala el filósofo italiano conocido por su trabajo pionero en la filosofía y ética de la información Luciano Floridi, quien intenta examinar la perspectiva de esta nueva realidad a largo plazo.
Floridi se toma en serio las charlas de café sobre cómo ha cambiado el mundo.
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Y a esa realidad hay quienes la llaman infoesfera (información + esfera), un neologismo que utilizó el crítico de libros de la revista “Time” en 1971, al explicar que “así como un pez no puede conceptualizar el agua o las aves, el aire, el hombre apenas entiende su infoesfera, esa envolvente capa de esmog electrónico y tipográfico compuesto de clichés del periodismo, entretenimiento, publicidad y gobierno”.
Más tarde, el escritor y futurista estadounidense Alvin Toffler la usó en su libro “La Tercera Ola” en el que escribió: “Lo que es inevitablemente claro, no importa qué elijamos creer, es que estamos alterando nuestra infoesfera fundamentalmente (...) estamos añadiendo un nuevo estrato de comunicación al sistema social”.
“La emergente infoesfera de la Tercera Ola hace que la de la era de la Segunda Ola -dominada por sus medios de comunicación masivos, la oficina de correos, y el teléfono- parezca totalmente primitiva en contraste”.
Colapso del costo del poder
Floridi trabaja en el Instituto de Internet de la Universidad de Oxford, acaba de escribir un libro llamado “La 4ª revolución: cómo la infosfera está remodelando la realidad humana”.
Lo que lo hace notable es la manera en la que amplía el horizonte de la alta tecnología.
Aplica grandes y quizás intemporales pensamientos a algo que a menudo se discute meramente como un cambio desconcertante.
Al principio del libro toma un diagrama del Proyecto Hamilton del Brookings Institution, el centro de investigación estadounidense, que demuestra cuán dramáticamente ha caído el costo del poder de computación en los últimos 70 años.
El gráfico utiliza la medida estándar de desempeño de los computadores: Mips, millones de instrucciones por segundo. El iPad2 de 2010 (que ya es viejo) trabajaba a 1.600 Mips.
El mismo poder de computación en los años 50 habría costado US$100 billones, si hubiera sido posible conectar la cantidad suficiente de maquinas para procesar tal cantidad de instrucciones. ¿El costo del iPad2 en 2010? US$600.
Esa disminución de precio extraordinaria es la otra cara del famoso mapa de ruta para la industria de los semiconductores producido hace 40 por Gordon Moore de Intel, la compañía pionera y dominante en la evolución de los chips de silicio de las computadoras personales.
Gordon Moore señaló en ese entonces que gracias a los refinamientos en la fabricación, el poder de computación de cada chip se doblaría cada dos años. Eso sigue ocurriendo. Ese fenómeno provee la fuerza motivadora de una revolución social e industrial continua.
Lecciones de la historia
La cuestión fundamental que se plantea el libro de Floridi es: ¿qué estamos haciendo con todo este poder de computadores personales y corporativos? Y ¿qué nos está haciendo?
Es un gran tema. En el mundo del profesor, la historia misma es sinónimo de la Era de la Información.
Eso empezó hace mucho tiempo, con la invención de la escritura en Mesopotamia, alrededor de 5.200 aC. Desde ese momento hubo sistemas que podían registrar eventos para uso futuro.
Eso significó que era posible que las lecciones aprendidas por una generación pasaran más fácilmente a la siguiente. Ese fue el principio de la Era de la Información. Lo que pasó en Mesopotamia y la ciudad de Ur nos llevó de la prehistoria a la historia.
¿Para qué necesitamos a la filosofía en esta era tecnológica?
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Pero –dice Floridi- estamos entrando ahora en la tercera edad del desarrollo humano. Estamos pasando de ser seres relacionados con la información a seres dependientes de la tecnología de la información y comunicación. Hemos entrado en la infoesfera.
Grandes interrogantes
Naturalmente, al entrar a una nueva etapa surgen grandes interrogantes pero, ¿realmente deberíamos recurrir a un filósofo para resolverlos? Para Floridi, sí.
Necesitamos que la filosofía tenga una mejor comprensión de la naturaleza de la información misma.
Necesitamos que la anticipe y que conduzca el impacto ético de las tecnologías de la información y comunicaciones en nosotros y nuestro ambiente. Necesitamos que mejore la dinámica económica, social y política de la información.
Y necesitamos que la filosofía desarrolle el marco intelectual correcto para ayudarnos a darle significado y entender nuestra nueva situación. “Necesitamos una filosofía de la información como la filosofía de nuestra época para nuestra época”, opina.
Esto puede sonar presuntuoso, pero es una forma muy elegante de llamar la atención a cuán diferente va a ser el siglo XXI. Y cuán impredecible.
Las sociedades avanzadas se están volviendo más y más dependientes de las tecnologías de información y comunicaciones. El poder de las computadoras seguirá bajando de precio, y la cantidad de datos va a alcanzar cantidades impensables.
En medio de todo ese cambio, hay uno o dos límites familiares, dice Floridi: el tiempo (la velocidad de las comunicaciones) y el espacio (la necesidad de más y más capacidad de almacenamiento para toda esa información). Ambos están rezagados.
El profesor pone esta nueva situación histórica bajo el escrutinio de la filosofía.
Es demasiado temprano para sacar conclusiones sobre la dirección en la que nos está llevando la nueva conectividad en el ciberespacio.
Pero este libro plantea preguntas que deberíamos estarnos haciendo, para bien o para mal.