Nos despertamos con él, nos comunicamos a través de él y trabajamos con él. A veces, nos desvelamos en mitad de la noche para consultarlo. Y si lo perdemos nos invade la histeria.Seguir a @tecnoycienciaEC !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
El mundo actual es inimaginable sin el teléfono celular. Tanto es así que hoy muchos viven obsesionados con este aparato.
Pero en los últimos años, con el aumento de los casos de cáncer -una de las principales causas de muerte en todo el mundo- han crecido las inquietudes en cuanto a las posibles vinculaciones entre nuestros inseparables celulares y el riesgo de desarrollar tumores malignos.
“En las últimas décadas se ha llevado a cabo un gran número de estudios para analizar si las ondas de radiofrecuencia (RF) ponen en riesgo nuestra salud”, le dice a BBC Mundo Emilie van Deventer, directora del Programa de Radiación del Departamento de Salud Pública, Medio Ambiente y Determinantes de la Salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
“A medida que han ido apareciendo más ondas de RF en nuestras vidas, la pregunta por resolver es si existe algún efecto adverso por parte de celulares, estaciones base (torres de telefonía) o conexiones wifi a niveles de exposición ambiental”.
Van Deventer dice que las investigaciones también abarcan problemas de fertilidad e hipersensibilidad. Pero, hasta ahora, la respuesta ha sido ambigua.
-“Riesgos potenciales”-
Las ondas RF de los celulares son “una forma de energía electromagnética que se encuentra entre las ondas de radio FM y las microondas. Y son una forma de radiación no ionizante”, explica en su sitio web la Sociedad Estadounidense contra el Cáncer (ACS, por sus siglas en inglés).
Según este organismo, esas ondas “no son lo suficientemente fuertes como para causar cáncer” pues, a diferencia de los tipos más potentes de radiación ionizante, no pueden romper los enlaces químicos en el ADN.
Eso solo ocurriría -explican- a niveles “muy elevados”, como las de hornos microondas, aseguran. Esta respuesta debería tranquilizarnos.
Sin embargo, el tema está siendo revisado. De hecho, Emilie van Deventer -autora de unas 50 publicaciones científicas sobre radiaciones no ionizantes- dice que la OMS lo está investigando de nuevo.
Si bien hay falta de evidencia, también es cierto que hay “riesgos potenciales a largo plazo” especialmente relacionados con tumores en la cabeza y en el cuello, cuenta la especialista,
La ACS también aborda esta cuestión: “Cuanto más cerca esté la antena (del celular) a la cabeza (del usuario), se espera que mayor sea la exposición de la persona a la energía de la RF”, advierte.
-La tasa de absorción específica y otros indicios-
Es entonces cuando los tejidos de nuestro organismo pueden “absorber esa energía”, algo que los expertos en la materia llaman “tasa de absorción específica” (o SAR, por sus siglas en inglés).
Cada teléfono celular tiene su nivel de SAR que, a menudo, se puede encontrar en la página web del fabricante.
En Estados Unidos, el nivel máximo permitido es 1,6 vatios por kilogramo (W/Kg).
Sin embargo, la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) en EE.UU. advierte que “comparar los valores de SAR entre teléfonos puede causar confusión”, pues esa información se basa en el funcionamiento del aparato a su potencia más elevada, y no al nivel de exposición en su uso normal.
Pero también hay estudios que vinculan el uso del celular con el cáncer de piel y el cáncer testicular.
Para analizarlo, los investigadores utilizan dos tipos de estudios: de laboratorio (con animales) y en personas (comparando tasas de cáncer).
El problema, explica Van Deventer, es que “muchos tipos de cáncer no son detectables hasta muchos años después de las interacciones que causaron el tumor, y como el uso de los celulares no se popularizó hasta los 90, los estudios epidemiológicos solo pueden evaluar aquellos cánceres que se hicieron evidentes en periodos de tiempo más cortos”.
Hasta el momento, el estudio más grande que se ha llevado a cabo es Interphone, una investigación a gran escala que fue coordinada por la OMS a través de su Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés) y en la que se analizaron datos de 13 países, entre ellos Reino Unido, Australia, Japón y Canadá.
El estudio analizó el uso del celular en más de 5.000 personas con tumores cerebrales y en otro grupo similar de personas sin tumores.
“No encontró vinculación entre el desarrollo de gliomas y meningiomas (tumores cerebrales) con el uso de teléfonos móviles por más de 10 años”, dice Van Deventer.
“Pero hay algunas indicaciones de un posible riesgo de gliomas entre el 10% de las personas que dijeron haber usado con más frecuencia sus celulares, aunque los investigadores concluyeron que los sesgos y errores le restan fuerza a estos resultados”, agrega la especialista.
Al final, IARC clasificó las radiofrecuencias electromagnéticas como “posibles carcinógenos para los humanos”, una categoría “que se utiliza cuando la relación causal se considera fiable pero las oportunidades, sesgos o confusiones no pueden gestionarse de forma razonable”, explica Van Deventer.
Esas limitaciones tienen que ver con nuestra dificultad para recordar la frecuencia con la que usamos el celular durante toda una década y también con el uso cambiante de los celulares con el tiempo, además de las complicaciones en el estudio de los cánceres cerebrales.
Pero la pregunta sigue estando sobre la mesa (y sobre el laboratorio) de científicos de todo el mundo.
La OMS espera publicar a fines del 2017 una “evaluación de riesgos oficial” sobre esta cuestión, cuenta Van Deventer.
También preocupa la especial vulnerabilidad de los niños, pues sus sistemas nerviosos están aún en formación.
Ya se realizó un estudio a gran escala sobre el tema, y hay otro en marcha en Australia, Mobi-Kids, cuyos resultados se publicarán próximamente.
-Medidas de prevención-
Mientras tanto, algunos sostienen que es mejor prevenir que curar. En ese sentido, Van Deventer recomienda lo siguiente:
1. Usar elementos de “manos libres” para mantener los teléfonos lejos de nuestra cabeza.
2. Limitar el número y duración de las llamadas.
3. Usar el teléfono en zonas de buena recepción, pues esto hace que el celular trasmita con una potencia de salida reducida.
Desde la American Cancer Society de EE.UU. recomiendan enviar más textos en lugar de hablar por teléfono y limitar el uso (de adultos y niños) del celular. Otra opción es optar por un teléfono con un valor de SAR reducido (menos niveles de ondas de RF).
Pero no todas las prevenciones son bienvenidas por la ciencia.
“El uso de protectores de celulares para absorber la energía de radiofrecuencia no está justificado y la efectividad de muchos aparatos comercializados con el fin de reducir la exposición no ha sido probada”, explica Van Deventer