Que tengamos internet en casa o en el trabajo es el resultado de una tarea titánica que comenzó hace más un siglo.
Más de 1.000 millones de metros de cable submarino se han instalado desde el siglo XIX para trasladar datos a grandes distancias.
Y la situación actual en Tonga, la nación insular que ha quedado incomunicada tras la explosión de un volcán submarino, deja en evidencia cuán vital es esta tecnología.
Los primeros cables entre continentes comenzaron a instalarse ya a fines del siglo XIX para la red de telégrafos.
La primera de estas grandes venas de comunicación entre continentes se construyó para conectar a Reino Unido con Estados Unidos.
Inicialmente los primeros cables fueron de cobre para operar el servicio de telégrafo, pero en la era de internet, en la década de 1980, comenzaron a instalarse los cables de fibra óptica.
El tendido de los tubos se realiza con barcos especializados que lentamente van desplegando enormes bobinas de cables que se dejan caer al fondo del océano.
Estos cables contienen varios repetidores, que aumentan la señal a lo largo del cable aproximadamente cada 100 km.
Estas autopistas submarinas son capaces de transmitir del orden de 3.840 gigabits por segundo en cada hilo de fibra óptica, el equivalente al contenido de 102 DVDs cada segundo.
Y cada cable contiene a su vez varios pares de hilos de fibra para aumentar su capacidad de transmisión.
TeleGeography, una consultora en telecomunicaciones estadounidense, creó el portal Submarine Cable Map, un mapa interactivo de todos los cables submarinos desplegados en el mundo con datos sobre las empresas propietarias como Google, Facebook, Amazon, Verizon o AT&T.
Hay más de 400 cables submarinos que recorren 1,3 millones de km alrededor del mundo.
En el mapa puede verse que una autopista clave se encuentra en el océano Atlántico, conectando Europa y Norteamérica.
La gran autopista en el Pacífico, por otra parte, une a Estados Unidos con Japón, China y otros países asiáticos.
Desde Miami, varios cables llegan hasta Centroamérica y Sudamérica.
En el caso de México, por ejemplo, la mayoría de los cables parten del este del país y atraviesan el golfo de México hasta Florida y desde allí conectan con Centroamérica y Sudamérica.
La fibra óptica en los cables submarinos está protegida por varias capas con materiales como acero, aluminio y polietileno. Aun así, se han registrado casos de daños accidentales por anclas de embarcaciones, actividades pesqueras de gran escala e incluso mordidas de tiburones.
También son vulnerables a desastres naturales, especialmente terremotos. En 2006, un terremoto de magnitud 7,0 sacudió la costa suroeste de Taiwán.
El sismo y sus réplicas causaron el corte de ocho cables submarinos, lo que afectó severamente servicios de internet en varios países asiáticos y las transacciones financieras especialmente en el mercado de divisas.
Los cables submarinos son la línea que mantiene en funcionamiento al mundo conectado moderno.
Pueden transmitir mucha más información a un costo mucho menor que los satélites, y están detrás de casi todo lo que hacemos en internet y con nuestros celulares (desde llamadas a mensajes de texto o descargas de software).
Estos cables no solo son esenciales para las comunicaciones. También pueden adquirir una importancia política estratégica.
En Reino Unido, por ejemplo, el ministro de Defensa, Ben Wallace, anunció el año pasado que la marina británica, la Royal Navy, construirá un nuevo barco de vigilancia para proteger los cables submarinos de internet del país.
La vigilancia incluirá drones submarinos autónomos y operados a distancia para buscar interferencias extranjeras. Wallace le dijo a la BBC que Rusia tiene “un profundo interés” en los cables y Reino Unido puede quedar “expuesto” sin la debida protección.
La importancia de los cables submarinos para las comunicaciones quedó claramente en evidencia tras la masiva explosión de un volcán submarino en el Pacífico el 15 de enero.
La isla principal de Tonga quedó cubierta de cenizas y hay informes de que su costa occidental quedó devastada. Hasta 80.000 personas allí podrían verse afectadas.
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La erupción fue tan fuerte que pudo escucharse en Nueva Zelanda, a unos 2.383 kilómetros de Tonga.
Horas más tarde, las líneas telefónicas y de internet de Tonga se interrumpieron debido a un cable submarino dañado, lo que hizo que los 105.000 residentes de las islas fueran casi inalcanzables.
“Estamos recibiendo información incompleta, pero parece que se ha cortado el cable submarino”, afirmó a la agencia de noticias AFP Dean Veverka, director de redes de la compañía Southern Cross Cable Network.
Reparar cables submarinos dañados es una tarea costosa y puede llevar semanas.
Se requieren barcos especiales para levantar el cable desde el fondo del océano y realizar reparaciones en la superficie, quitando el tramo dañado y volviendo a empalmar el resto.
“Podría tomar hasta dos semanas reparar el cable. El barco de tendido de cables más cercano está en Port Moresby”, señaló Veverska, refiriéndose a la capital de Papua Nueva Guinea, a más de 4.000 km de Tonga.
Southern Cross está dando asistencia técnica a la empresa Tonga Cable Limited, propietaria del cable de 872 km que une Tonga con Fiyi, y de allí se conecta al resto del mundo, según informó la agencia AFP.