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El miércoles por la noche, un poderoso terremoto sacudió el centro-norte de Chile. Más allá de sorprender por su duración -más de tres minutos-, se trata de un fenómeno recurrente en este país, que está ubicado a lo largo de los límites de la placa de Nazca, uno de los bloques que forma el rompecabezas de la corteza terrestre y que está en movimiento constante.
Las placas tectónicas –hay unas siete u ocho grandes dependiendo de cómo se definan- se empujan una sobre la otra a razón de varios centímetros por año y cuando se acumula suficiente energía a causa de esta fricción, esta se libera y se produce un sismo.
Pero no todos los movimientos telúricos se producen por causas naturales. La actividad humana también puede causar estos eventos.
En Reino Unido, por ejemplo, se producen al menos tres terremotos al año por esta razón, según un estudio publicado recientemente.
La investigación, llevada a cabo por científicos de la Universidad de Newcastle, permitirá detectar si el número de sismos aumenta si se expande la extracción de gas de esquisto mediante fracturación hidráulica, más conocida como fracking.
¿Pero cuán frecuentes son los sismos generados por el hombre y qué actividades los causan?
Según Mundo Richard Davies, líder del estudio publicado en la revista Marine and Petroleum Geoglogy, son muy comunes y ocurren constantemente.
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“Una de las primeras veces que se tomó consciencia sobre este fenómeno fue en la década de los 60, en Estados Unidos, cuando se produjeron una serie de terremotos en Denver, después de que se inyectaran en el suelo desechos militares en forma de fluidos”, comenta Davies.
“Esa fue la primera ocasión en que se dieron cuenta de que inyectar agua bajo tierra podía causar terremotos”, indica.
Las principales actividades que pueden dar lugar a sismos, dice el investigador, son la minería, la extracción de energía geotermal, rellenar un embalse con agua, inyectar residuos líquidos, inyectar fluidos generados por el fracking así como la actividad misma y los métodos convencionales de extracción de gas y petróleo.
Irónicamente, señala Davies, y aunque hoy día se habla mucho de fracking, esta actividad no es tan importante en ese sentido.
“El fracking no está en la primera liga como mecanismo generador de terremotos”, asegura.
Movimiento por lubricación
Para entender por qué se producen, hay que pensar que las rocas bajo tierra están constantemente empujándose entre sí.
“Imagínate un aerodeslizador. Si tratas de empujarlo, no podrás moverlo porque es demasiado pesado. Pero cuando lanzas un chorro de aire por debajo, una persona puede moverlo con facilidad”, explica Davies.
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“Lo mismo ocurre con las fallas bajo la tierra: no se mueven a menos que le añadas un fluido. El fluido lubrica la falla y reduce la fricción. Por esta razón la falla se desliza”, asegura.
Cuando se trata de fracking, el movimiento de tierras puede ocurrir durante el proceso o unas horas después, con lo cual la relación causa-efecto es más clara de establecer.
Sin embargo, cuando el agua que se inyecta bajo tierra proviene de otra actividad, pueden pasar meses o años hasta que ocurran uno o varios sismos. Así, la relación entre ambos resulta es menos evidente.
En Estados Unidos, señala Davies, se han estado inyectando durante años desechos en forma de fluido, por ejemplo, en Texas, derivados de procesos industriales.
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“Lo que puede ocurrir, es que un terremoto en otro extremo del planeta transmita su energía al otro lado de la Tierra y la falla, que está muy bien lubricada porque durante años se le han inyectado fluidos, acabe moviéndose”, afirma Davies.
“En otras palabras, la actividad humana la prepara para moverse, pero lo que dispara este movimiento es un terremoto lejano provocado por causas naturales”, detalla el experto.
Por esta razón, y por la distancia temporal que puede haber entre estos dos eventos, el verdadero impacto de la inyección de agua es difícil de entender.
Davies hace una diferencia entre dos palabras que usan los sismólogos para hablar de terremotos: desencadenar e inducir.
Para la mayoría de los terremotos vinculados a la actividad humana, la palabra correcta, opina, es “desencadenar”.
Es decir: “las fallas se iban a mover” en algún momento, puede ser dentro de meses o miles de años. “Pero el movimiento se produjo por causa de la actividad humana”, dice.
Inducir, en cambio, sugiere que la falla no se iba a deslizar, pero se lubricó tanto que terminó moviéndose.
Oklahoma
Uno de los terremotos más poderosos producto de la actividad humana ocurrió en 2011 en Oklahoma, EE.UU.
El sismo, de magnitud 5,6 en la escala Richter se sintió en 17 estados.
Si bien no causó víctimas mortales, dos personas resultaron heridas y 16 viviendas resultaron dañadas.
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Según reporta un artículo publicado en The New Yorker, hasta 2008 Oklahoma registraba un promedio de uno o dos terremotos de 3.0 de magnitud (por debajo de 3.0 solo se detectan con un equipo especializado y pasan desapercibidos para quienes no estén cerca de su epicentro).
Pero, desde entonces, el número de eventos sísmicos en esta zona debido a las inyecciones de fluidos generados por la extracción de petróleo y gas ha ido en aumento.
En 2014, se registraron 585.
Aunque la conexión entre el sismo de 2011 y la inyección de fluidos fue establecida por un estudio publicado en 2013 en la revista especializada Geology y corroborada más tarde por más de 20 informes, la posición oficial del Oklahoma Geological Survey es que el fenómeno fue producido probablemente por causas naturales.