Cinco años antes de desaparecer con su avión Electra Lock-heed 10E en medio del océano Pacífico, Amelia Earhart había hecho historia por ser la primera mujer en cruzar volando sola el Atlántico. Lo hizo en una gesta de 15 horas, acompañada solo de un termo con sopa y unas botellas con jugo de tomate. Para 1932, ese tipo de épicas extraordinarias se creían reservadas solo para los hombres, como si fuera parte de un orden natural incuestionable, por lo que el triunfo de Amelia Earhart fue revolucionario e inspirador. La proeza le valió medallas, desfiles y ser primera plana en todo el mundo. En 1937, mientras buscaba culminar una meta más ambiciosa –el primer vuelo alrededor del globo siguiendo la línea ecuatorial–, su avión se perdió. En su último mensaje radial le dijo a un guardacostas que no divisaba la isla de Howland, ubicada a medio camino entre Papúa Nueva Guinea y EE.UU. Amelia Eartart debía aterrizar ahí para cargar combustible, pero nunca llegó al lugar.
En torno a su destino final se tejieron muchas hipótesis, las más alucinadas que había sido capturada por el ejército japonés en las islas Marshall y ejecutada por espía. Otras teorías sugerían que Amelia Earhart y Fred Noonan (su copiloto) habrían regresado a Estados Unidos con nombres falsos, y ella se habría convertido en Irene Bolam, fallecida en Nueva Jersey en 1982. La hipótesis que más resuena estos días es la de que Earhart habría sobrevivido al accidente aéreo y quedado como náufraga en la isla Gardner, un pequeño atolón de las islas Nikumaroro, en el Pacífico. Sostiene esta versión, que ha sido noticia el mes pasado, el Grupo de Recuperación de Aviones Históricos (Thigar, por sus cifras en inglés), que desde hace décadas intenta resolver el misterioso paradero de la piloto.
De acuerdo con Thigar, en 1940 se hallaron unos huesos en las islas Nikumaroro que inicialmente fueron atribuidos a un hombre, por la longitud de las extremidades. En 1998, un informe forense apoyado por el mencionado grupo reveló que los huesos de Nikumaroro podrían pertenecer a una mujer occidental de la altura estimada de Amelia Earhart (1,73 m). Aunque los huesos luego se perdieron, el 17 de octubre de este año Thigar presentó un nuevo informe, respaldado por el forense Jeff Glickman, en donde se compara la data existente sobre un húmero y un radio hallados en Nikumaroro con fotografías de los antebrazos de Amelia Earthart, de notoria largura. En su opinión, estos revelan una coincidencia perfecta entre uno y otro, lo que abonaría la versión de que Amelia no murió tras el accidente sino que sobrevivió durante un tiempo como náufraga en ese remoto rincón del Pacífico.
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