Seguir a @tecnoycienciaEC !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
Madrid. Cada día se publican decenas de estudios científicos, algunos de los cuales son ampliamente citados en medios de comunicación y, sobre todo, entre la comunidad científica, mientras que otros quedan perdidos en el olvido para siempre o durante largos años, algo que le pasó al mismísimo Albert Einstein.Los estudios que quedan olvidados, incluso durante décadas, y que un día reaparecen con fuerza son clasificados como “bellas durmientes” en una artículo de la Universidad de Indiana (EEUU), que publica “Proceedings of The National Academiy os Sciences” (PNAS).“Este estudio proporciona evidencia empírica sobre que un estudio puede ser un verdadero 'adelantado a su tiempo'”, según su autor, el profesor asociado de informática de la Universidad de Indiana Alessandro Flammini.Un claro ejemplo es un artículo fundamental de Albert Einstein, Boris Podolky y Natahn Rosen sobre la “Paradoja EPR”, un importante rompecabezas en la teoría del entrelanzamiento cuántico.Einstein, que recibió el Premio Nobel de Física en 1921, tenía en 1935 reputación de sobra como para que un estudio firmado por él y otros colegas lograra un amplio eco en la comunidad científica, sin embargo, este no fue citado de manera generalizada hasta 1994.Pero la “más dormilona” de las bellas durmientes en el mundo de los estudios científicos es uno del influyente estadístico Karl Pearson, que vio la luz en 1901 en el Philosophical Magazine y que no se “despertó” hasta 2002.Entre los quince estudios que más años han tardado en llamar la atención de la comunidad científica, cuatro fueron publicados hace más de cien años y es que “la potencial aplicación de algunos estudios era simplemente imprevisible en su época”, indicó Flammini.Ese es el caso de una investigación publicada en 1958 sobre la preparación de óxido de gráfico, que mucho más tarde se convirtió en un compuesto empleado para la producción de grafeno, un material cientos de veces más resistente que el acero y de gran interés para la industria.Las disciplinas en las que hay un mayor retraso entre la publicación de un artículo y su reconocimiento son la física, la química, las ciencias multidisciplinares, las matemáticas y la medicina general e interna, en las que muchos estudios han vivido “periodos de hibernación de hasta 70 años”.El estudio indica que las publicaciones “PNAS”, “Nature” y “Science” son la que publican más “bellas durmientes”.Para realizar su estudio, Flammini y sus colaboradores usaron datos de millones de publicaciones en múltiples disciplinas durante más de un siglo.Para calcular el “coeficiente de belleza” de un artículo, los especialistas de la Universidad de Indiana tuvieron en cuenta la historia de citas de un estudio, el número máximo de citas logradas en un año y aquel en el que más se le hizo referencia, entre otros factores.El hecho de que un artículo científico tenga que esperar para lograr el reconocimiento de la comunidad científica no es un fenómeno tan extraño como sugieren estudios precedentes sobre el mismo tema, pero Falmmini indicó que aún es necesario seguir trabajando para descubrir los mecanismos que logran hacer despertar a “las bellas durmientes”.
Fuente: EFE