Por Michael MosleyBBC
Me gusta comer carne, pero sé que mis preferencias, y las de varios miles de millones de compañeros carnívoros, tienen un costo. Cerca de un tercio de toda la superficie de tierra sin hielo está dedicada a criar a los animales que nos dan leche o nos comemos.
Aproximadamente el 30% de los cultivos son para alimentar a esos animales.
El último informe de la Organización para la Alimentación y la Agricultura de Naciones Unidas (FAO) sugiere que la ganadería es responsable del 14,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por el hombre: la misma cantidad generada por todos los autos, aviones, barcos y trenes del mundo.
Si eso no fuera lo suficientemente alarmante, se estima que el consumo de carne se doblará en los próximos 40 años a medida que haya más gente rica en todo el mundo. ¿Cómo lo soportará el planeta?
Eructos de metano
En busca de respuestas fui a Estados Unidos, uno de los más grandes consumidores de carne, y viajé a las vastas praderas de Flint Hill en Kansas.
Allí el ganado aún es arreado por vaqueros y vaqueras, como lo ha sido durante 150 años. Las vacas pasan su vida paseando por las colinas, comiendo hierba hasta que les llega la hora de la matanza. Pareciera ser una forma idílica de ganadería. Sin embargo, hay un gran problema.
Armado con un detector láser de metano, que normalmente se usa para localizar filtraciones de gases peligrosos, me sumergí en un rebaño de vacas y pronto estaba registrando niveles que habrían hecho sonar las alarmas si hubiera estado en un pozo petrolero. Estas vacas producen una gran cantidad de metano.
Una sola vaca puede escupir hasta 500 litros de metano por día. Multiplicado por los 1.500 millones de vacas que hay en el mundo, es un montón de gas.
Y tiene un enorme impacto medioambiental porque el metano es un gas de efecto invernadero 25 veces más potente que el dióxido de carbono.
El problema es lo que comen las vacas. A diferencia de la mayoría de los mamíferos, las vacas pueden vivir de una dieta de hierba, gracias a los miles de millones de microbios que viven en sus muchos estómagos.
Esto microbios descomponen la celulosa del pasto en moléculas nutritivas más pequeñas que los animales digieren, pero mientras lo hacen, los microbios también producen enormes cantidades de gas metano explosivo que eructan las vacas.
Ya que la hierba es lo que alimenta esta producción de metano, una forma de reducirla es cambiar lo que come el ganado.
En Texas vi una forma muy diferente de ganadería: miles de vacas encerradas en recintos sin pasto alimentadas con una cuidadosa mezcla de maíz, grasa, antibióticos y hormonas de crecimiento.
Parecía lo opuesto a una ganadería ecológica. Pero su director ejecutivo, Mike Engler, argumenta que su ganadería es “más verde” que criar vacas en las praderas: al ser más eficiente, tiene menos impacto medioambiental.
Esta dieta a base de una fórmula científica supone que sus vacas ganan peso más rápido y producen mucho menos metano que el ganado criado de forma tradicional.
Según algunos estudios, la carne producida de este modo emite hasta 40% menos metano que el ganado alimentado con hierba. En términos de emisiones, la ganadería intensiva alimentada con granos puede ser la más amable con el medio ambiente.
Sin embargo, al ver aquellas vacas no pude evitar preocuparme por su bienestar y preguntarme si es así como quiero que viva mi asado del domingo.
¿Qué más podemos hacer, entonces, para reducir el impacto medioambiental de la carne que comemos? Podemos elegir qué animales comer. Pero no todos los animales producen carne de igual forma.
Proteína bajo el mar
A través de una técnica llamada Análisis de Ciclo de Vida los científicos han sido capaces de poner en cifras el impacto de diferentes tipos de carnes.
Los peores son los animales que se alimentan con hierba y producen metano, como vacas y ovejas. Las vacas producen el equivalente a 16kg de dióxido de carbono por cada kilo de carne, y las ovejas, 13kg de CO2 por cada kilo de carne.
Cerdos y pollos, que tienen una dieta más mezclada, no lo hacen tan mal. Los cerdos producen la mitad de ese CO2, y los pollos sólo 4,4kg por kilo de carne.
Así que si te preocupa tu huella de carbono, es mucho mejor que comas pollo que carne vacuna. Y, aunque quizás sea incómodo para algunos ecologistas, los mejores pollos para el medio ambiente (en términos de emisiones) no son los orgánicos de corral, sino aquellos que crecen en granjas intensivas.
Otra estrategia es encontrar fuentes alternativas de proteína animal.
Insectos, peces de criadero e incluso carne producida en el laboratorio son candidatos a remplazos potenciales, pero todos tienen desventajas significativas.
Los insectos son desagradables, los peces de criadero tienen otros inconvenientes medioambientales y la carne artificial es aún demasiado costosa. Sin embargo, hay otras opciones al alcance de la mano.
Sorprendentemente, la fuente de proteínas más ecológica que encontré está en los mejillones.
Cultivados en largas sogas bajo el agua de un lago marino en las islas Shetlands, en Reino Unido, sacar a los mejillones del mar y llevarlos a nuestros platos requiere poca energía. Incluso, como añadido, capturan dióxido de carbono y lo almacenan en sus conchas.
El resultado es que su huella de carbono es 20 veces menor que la del pollo, y 50 veces menor que la de la carne vacuna.
Si realmente queremos reducir el impacto medioambiental de nuestra dieta deberíamos quizás comer más mejillones. Lo que necesitamos ahora son formas más imaginativas de cocinarlos.
Pero para muchos ecologistas el criterio de la huella de carbono es muy estrecho. Puede ayudarnos a encontrar métodos más eficientes en términos de energía para producir carne, pero puede que esa no sea la mejor manera de usar la tierra y los recursos.
Sin embargo, entre las opciones que exploramos para minimizar el impacto medioambiental de nuestro consumo carnívoro también hay que contemplar la reducción del desperdicio y, sí, comer menos carne.
Si quieres ser un carnívoro ecológico de verdad, lo mejor es consumir menos de 100gr al día. Eso es la mitad de lo que actualmente comemos.