El aparato digestivo está tapizado por una red de neuronas (células nerviosas) que algunos científicos han denominado “segundo cerebro” y que representan El 70% de las neuronas del cuerpo humano. Ese cerebro, según estudios científicos recientes, influye en nuestro estado de ánimo, carácter y hasta en el ritmo de sueño.
Pero, ¿qué conexión existe entre los síntomas digestivos y los estados mentales? Dentro del aparato digestivo, sobre todo en el intestino delgado, existen multitud de terminaciones nerviosas de igual importancia que las que pueden constituir el sistema nervioso central. Este es el llamado segundo cerebro, que tiene una gran interacción con el cerebro ‘real’, por lo que contribuye a la formación de ciertas sensaciones y tiene un papel clave en los síntomas que pueden padecer algunos pacientes.
Michael Gershon, investigador de la Universidad de Columbia, en los Estados Unidos, y autor de The Second Brain, un libro publicado en 1999 y de referencia en las investigaciones sobre el tema, explica que, conocido técnicamente como sistema nervioso entérico, el segundo cerebro está compuesto por capas de neuronas ubicadas en las paredes del tubo intestinal, y que contiene unos 100 millones de neuronas.
El pequeño cerebro que tenemos en las entrañas funciona en conexión con el grande, el del cráneo, y en parte determina nuestro estado mental e influye en determinadas enfermedades que afectan otras partes del organismo. Además de neuronas, en el aparato digestivo están presentes todos los tipos de neurotransmisores que existen en el cerebro. De hecho, el 95 por ciento de la serotonina, unos de los neurotransmisores más importantes del cuerpo, se encuentra en el intestino.
Miguel Ángel Almodóvar, periodista y sociólogo especializado en nutrición, compiló las investigaciones más recientes sobre el cerebro intestinal en el libro “El Segundo Cerebro” y plantea que se ha producido un cambio de paradigma en las ciencias de la salud a raíz de finalizar la secuenciación genética de la estructura microbiana que habita el cuerpo humano, ya que, en cada individuo, hay más de 100 billones de microorganismos alojados en el tracto digestivo.
Otra conexión entre el cerebro y el estómago que conviene tener en cuenta es que, según publicaba hace poco la revista Science, se tiende a un comportamiento más agresivo cuando se tiene el estómago vacío. Una de las razones es que la dieta es la principal fuente de triptófano, un aminoácido necesario para que el cuerpo produzca uno de los neurotransmisores que controlan las emociones a nivel cerebral, la serotonina. Y, por lo tanto, el triptófano y la serotonina disminuyen cuando no se come, incrementando la agresividad.
Las enfermedades intestinales, el cerebro y los alimentos
Algunos científicos piensan que en un futuro, algunos padecimientos intestinales podrían tratarse con terapias aplicadas a nivel neuronal. De hecho, el síndrome de colon irritable en parte deriva de un exceso de serotonina en el intestino, y quizá podría ser considerado una “enfermedad mental” del segundo cerebro.
Para Michael Gershon, el segundo cerebro tiene un papel en la mayoría de las cosas que enferman al intestino, desde el síndrome de colon irritable hasta las enfermedades relacionadas con la inflamación del intestino. De esa manera se explicaría el hecho de que las patologías digestivas funcionales sean las que tienen mayor prevalencia en la población, afectando a un 30-40%, porcentaje que aumenta hasta un 60% si tomamos en cuenta a todos los que a lo largo de su vida van a padecer en algún momento un trastorno de este tipo.
Así mismo el segundo cerebro no sólo regula la digestión, también es una parte importante del sistema inmunitario. Una dieta sana, una alimentación baja en azúcar y el ejercicio moderado ayudan a regular el funcionamiento del intestino.
Miguel Ángel Almodóvar aconseja en su libro ingerir los alimentos que contienen probióticos, que aunque no modifiquen el microbioma, tienen capacidad de mejorar las funciones del aparato digestivo y el tránsito intestinal si se ingieren en cantidades adecuadas. Se ejemplos de estos son el kéfir, chucrut, microalgas y la sopa de miso.